La melancolía como particularidad clínica.
Emilio Vaschetto |
el príncipe de Aquitania de la torre abolida:
mi sola estrella ha muerto, -y mi laúd constelado
ostenta el negro Sol de la Melancolía.
EL DESDICHADO - Gérard de Nerval
1.- Historia.
Originalmente fue el reducto, el baúl al que fueron a parar muchas
manifestaciones de la locura, cuando no todo lo romántico. No le ha aguardado
mejor presente, hoy en día está asociada al trastorno bipolar o psicosis
cíclica, asimilada a la depresión endógena o a la depresión mayor con síntomas
melancólicos, en definitiva dependiendo de otras entidades y sin serle
reconocida esencia propia. Melancolía, no es el aburrimiento, el “spleen” moderno y menos aun una patología del duelo.
Reclama su derecho nosográfico.
Siempre indecisa. En la concepción griega se atribuía a causas naturales,
mientras que en la latina destacaba por sus razones éticas. Ya, hacia el
Renacimiento se la llama melancolía… en la modernidad pasa a asociarse a la
depresión.
Asociada siempre al hombre que busca un sentido a su vida, que deambulan que vaga errante en busca de la lucidez. Sujetos presos en un mundo desencantado donde nada le ofrece interés, ni esperanza, ni fe.
Cicerón, tras el fallecimiento de su hija se retira lejos a elaborar su
duelo. Piensa que la pena es inevitable y que ésta es inseparable de la
melancolía. Lo plasma en las Tusculanas[1]… En el Libro III
habla de la tristeza, sus causas, clases, remedios, etc. En las Disputaciones Tusculanas une la pasión con
la perturbación.
En el Libro IV aborda el tema de las enfermedades, sufrimientos anímicos, pasiones y los posibles remedios. Tan sólo el sabio escapa a tales afectos. Los genios no sufrirían la melancolía de forma puntual como crisis, sino como estado asociado a su vida, lo que les daba ese aspecto taciturno. Algún aspecto de su pensamiento se resume en la siguiente apreciación: “La filosofía es al alma lo que la medicina al cuerpo”.
Hipócrates aborda la comprensión de ciertos trastornos en el
número 23 del Libro VI "Los Aforismos" "si
la tristeza y el llanto duran
largo tiempo, tal estado es melancólico". La causa: la bilis negra (teoría humoral). Es en “Sobre los aires, agua y lugares”[2] donde
vemos aparecer por primera vez la
palabra melancolía.
Aristóteles, tal y como hizo su predecesor (Hipócrates) nos acerca a la
misma pregunta desde el estudio de las
emociones, el carácter y el comportamiento. Conceptos tales como la locura, el ánimo,
la tristeza… estaban relacionados con la capacidad de producción creativa. Es
el conocido como Problema XXX que
cuestiona sobre la melancolía y
la sabiduría:
“¿Por qué todos los que han sobresalido en la filosofía, la política,
la poesía o las artes eran manifiestamente melancólicos, y algunos hasta el
punto de padecer ataques causados por la bilis negra como se dice de Heracles
en los mitos heroicos?
¿Por qué se asocia la genialidad a la melancolía? Su padre, médico, le
había instruido respecto a temas anímicos. Da razones clínicas y comenta que
personajes como Belerofonte, Heracles o Áyax a causa de sufrimientos
relacionados con enfermedades de la piel y epilepsias buscaron refugio en la
tristeza melancólica.
Por igual, la epilepsia (enfermedad sagrada) se asocia a la melancolía,
las ventosidades, flatulencias. Una relación clara entre bilis y aire (cuando la
bilis negra se acumula cerca del estómago y es caliente)
Las teorías humorales dominaban la clínica de la época. La bilis (negra) es sensible al viento y la temperatura y
causante de la locura, la charlatanería, la violencia, la distimia. Lo que hoy
conocemos como trastornos maníacos-depresivos (ciclotimias) para Aristóteles no
eran otra cosa que los efectos de la temperatura sobre la bilis negra (Melan)
No es exactamente enfermedad lo que quiere indicar la melancolía, sino
más bien un carácter, una manera de vivir. Se asociaba al genio como si fuera
el precio a pagar por tal distinción, aunque en ocasiones la vía de acceso
fuese la bebida.
En definitiva siempre conectada, asociada al influjo amoroso, al poético, al creativo… o relacionada con lo
romántico.
Kant, en “Crítica a la razón
práctica” une lo patológico con la ley moral (ética). El Diccionario d’Alambert y Diderot relaciona la locura con la
moral, no con la medicina.
Posteriormente interesó al
alienismo francés representado por Esquirol quien prefiere llamarla lipemanía, tristeza o monomanía triste.
Pretende anular el término y dejarlo a la literatura. La creación como
solución.
Para la psiquiatría francesa claramente psicoorganicista, la melancolía venía asociada a la conciencia del estado del cuerpo (G. Dumas). Kraepelin la asocia a la psicosis maníaco-depresiva. Los alemanes se referirán a ella como “dolor del alma”… el dolor de existir.
Al no ser el tema central, saltaremos referencias históricas y nos
acercaremos a los orígenes del psicoanálisis.
Para Freud es la psiconeurosis por excelencia, es entidad clínica y a la vez un estado del sujeto, afectación profunda del deseo, caracterizada por una pérdida subjetiva específica, la del yo mismo… Depresión profunda, pérdida narcisista grave.[3]
2.- Recorrido freudiano
Si bien son dos conceptos que diferenciaremos, partiremos de la base de
que la depresión no es concepto freudiano; en él encontramos: duelo y
melancolía. La melancolía sí es perteneciente al campo freudiano (psiconeurosis
narcisistas)
1895.- La melancolía consiste en una especie de duelo provocado por la
pérdida de la libido (hemorragia libidinal)
1915.- Con la aparición del narcisismo, aporta las psiconeurosis de
transferencia y la psiconeurosis narcisistas (repliegue de libido sobre el yo)
1916.- Duelo y melancolía. El duelo es un estado normal debido a la
pérdida de un objeto amado y un trabajo psíquico que hará que se renuncie al
objeto perdido.
En el narcisismo primario, el yo y el objeto de amor son uno sólo. En la
melancolía el dolor recae sobre el objeto perdido que no es otro que él mismo.
Si en el duelo se renuncia al objeto hasta encontrar otro sustituto y
desear nuevamente, en la melancolía el renunciamiento al ser del propio yo, la
renuncia es general del deseo que lleva al sujeto al pasaje al acto suicida.
1920, Freud hace de la melancolía una entidad nosográfica con derecho
propio.
2.1.- Duelo y melancolía. 1917 (1915)
Freud sitúa clínicamente los conceptos de duelo normal y melancolía. A esta última la define respecto a la identificación con el objeto perdido. La melancolía es considerada como pérdida de objeto sustraída de la conciencia que se refleja en un empobrecimiento yoico. En el duelo no hay nada inconsciente en referencia a la pérdida.
El mecanismo del proceso melancólico es como sigue: Se eligió un objeto, una ligazón libidinal a una persona. Una afrenta en lo real o un desengaño hizo que se rompiera la ligazón. Ante tal situación no se ha buscado como en el duelo una sustitución o una autocrítica. La libido libre no se desplazó a otro sustituto, sino que se retiró sobre el yo (identificación del yo con el objeto), la sombra del objeto cayó sobre el yo. El yo se identifica con el objeto quien en adelante será juzgado como algo detestable por la conciencia moral. Observemos que las críticas del melancólico contra si mismo no son justas. Es contra otro esa justicia, pero cae sobre él. La conciencia moral en la melancolía viene a indicar el enfado con el propio yo.
2.2.- El Yo, el Ello y la culpa.
En “Más allá del principio del placer”, Freud relaciona la melancolía
con el padre muerto.
Respecto al juicio a que es sometido el yo, Freud pone al Superyó como
fiscal, como heredero de la identificación con el padre. Hay una especie de
reconstrucción mediante una identificación con el objeto perdido.
El mecanismo sigue las pautas del delirio en la paranoia, diferenciándose
en el hecho de que incorpora un muerto sin deseo. Si el paranoico busca su
salida en una proyección, la melancolía prefiere la introyección propia del yo.
El origen de la culpa hay que ligarla al Superyó y a la pulsión de muerte.
Por tanto:
Identificación con la cosa, con el objeto perdido
(en Duelo y Melancolía)
Identificación con el padre en tanto muerto como heredero del Complejo de Edipo (en El Yo y el Ello).
Hechos estos que afectan a la estructura más íntima del sujeto (forclusión)
3.- Veamos las características del duelo y de la melancolía en Freud.
La melancolía se resume en disminución o inhibición afectiva, reducción en las capacidades amorosas, distanciamiento respecto al exterior, juicio y condena del yo, sufrimiento, autorreproches y espera de castigo
Melancolía y duelo son dos estados opuestos.
Para Freud la melancolía remite al padre de la horda
y deriva del masoquismo moral.
No sabemos en ella qué es lo que produjo tanto
sufrimiento en el sujeto. Hay tristeza e inhibición como en el duelo, pero lo
que ha perdido nos es desconocido.
Si en el duelo, el objeto murió, en la melancolía se
perdió libidinalmente.
Si en el duelo hay dolor por la pérdida, en la
melancolía hay juicio y culpabilidad. Se merece el castigo y se experimenta
satisfacción por la culpa.
Sí existe en ella una disminución del amor propio.
En el duelo, el mundo se ensombrece, en la melancolía es el yo el ensombrecido.
El sujeto es culpable e indigno de todo. Dice Freud que ha tenido que enfermar
para descubrir que es una basura.
Quiere exportar hacia lo social su culpabilida Juicio, conciencia moral, que realmente va dirigido al Otro y que por identificación lo paga el propio Yo. Mientras que en el duelo hay reposición de objeto, en la melancolía la carga de objeto se sitúa en el yo. Al final el yo y el objeto son la misma cosa.
El melancólico no reclama ayuda. Recordemos que
quiere castigo y desprecio. Ni la disminución del amor propio, los
autorreproches, las autoacusaciones y la espera de castigo no se dan en el
duelo.
El suicidio melancólico es su salida, su acto logrado, no hay vuelta de hoja.
Si el dolor propio del duelo es pensado como normalidad subjetiva, ya que
se sufre en espera de que el objeto perdido sea sustituido, en la melancolía la
intensidad dolorosa está potenciada. Se pierde el objeto y más allá los
reproches melancólicos se vuelven contra el propio yo en forma de superyó
cruel. Todo ello hace pensar que la causa está en las características tan
personales que el objeto perdido tiene para el sujeto. Una identificación al
objeto muy narcisista…“la sombra del
objeto” perdido se proyecta en el sujeto.
Anímicamente es un sentimiento de dolor, un alejamiento de lo social,
apatía amorosa, desvalorización propia
en forma de reproches y puniciones.
En el duelo los síntomas de tristeza tienen sentido en el hecho de la
pérdida del objeto que afecta al yo. En la melancolía hay un trabajo extra de
reproche, de destrucción yoica que acabará en tres premisas básicas:
- Ambivalencia afectiva.
- Regresión de la libido del yo
En el duelo la pérdida es el objeto de amor. En al melancolía no se sabe qué ha perdido, se sabe a quién pero no el qué. La pérdida es desconocida y es su causa.
4.- Con Lacan
Lacan no expuso una teoría sobre el duelo, la depresión, ni sobre la melancolía. Trabajó el tema del duelo en el Seminario sobre “El deseo y su interpretación”, especialmente con Hamlet. Escribe poco sobre la melancolía. La define dentro del campo de la psicosis como “dolor en estado puro”, el dolor de existir, una de las pasiones del ser.
“No hay ser que exprese de una manera más patética el dolor de existir y el sufrimiento como el melancólico”[4]
En el Seminario III “La Psicosis”
y más en el Seminario X, “La angustia”
relaciona melancolía, objeto y suicidio. En “Televisión” toca el tema de la depresión. Dice que la depresión no
es del campo experiencial, no es un estado del alma y no debe estar en el
campo de la psicología de las emociones.
Habla de cobardía moral, una traición del sujeto a sí mismo, un lugar de
desaparición (fading) del sujeto ante
el deber del bien decir… en definitiva, seguir su trabajo de duelo del goce
imposible.
Sobre Hamlet (lo aborda en 1958-59) dice que manifiesta autorreproches e
inhibición. Se pregunta si se trata de un sujeto histérico, obsesivo,
melancólico o maníaco. Decide definirlo como neurótico sin ninguna duda. Dice
que Hamlet no está inhibido, está impedido de un acto del que depende su deseo.
Resulta que el padre ha sido asesinado por Claudio (su hermano), el trono está
ocupado por su tío, la madre se casa con el tío (asesino de su padre). Hamlet
procrastina y reacciona huyendo. No hay en él duelo, su madre evidentemente tampoco
ha hecho duelo. Para él ha caído el ideal y queda presa del deseo del Otro.
4.1.- Afecto depresivo: el duelo, depresión y melancolía.
En el Seminario X “La Angustia”,
en la lección 10 hace un comentario a lo expresado por Freud: Duelo es
identificación con el objeto perdido (esto dice Freud), Lacan resuelve que no
es suficiente. ¿Cuándo hemos de hablar de duelo? Pues cuando el sujeto se
percata de que hay alguien para el cual él es una falta. Es decir, tengo mi
sitio, ocupo un lugar en el deseo del Otro. Para que haya duelo por una persona
hemos de sospechar que “éramos su falta”.
A este Otro le hemos dado amor (lo que no tenemos) y cuando lo que no tenemos vuelve sobre nosotros hay regresión: le hemos fallado.
4.2.- El estadio del espejo
La tesis
que se plantea en duelo y melancolía es que el yo se identificó a un objeto muy
especial y que ante su pérdida el superyó culpabiliza al sujeto melancólico de
ser su ejecutor.
Lacan retoma la frase de
Riembaud “El yo es otro”[5]. ¿Qué quiere decirnos? Gracias al estadio del
espejo nos presenta al sujeto identificado a su imagen como algo constituyente.
Es así que el yo es un precipitado de identificaciones. Óscar Massota
dice que el yo de Freud es un cementerio de los objetos amados y perdidos. El yo se aliena, se constituye desde la
exterioridad. Pero para que esto ocurra, algo debe de faltar (A barrado) en la estructura. Lo imaginario se
complementa con lo simbólico. A este A
(barrado) le falta (a) objeto causa del deseo.
En el Seminario sobre “La Angustia” de 1963-64 manifiesta:
“Ahí dónde ustedes, dicen Je, hablando con propiedad, en el nivel del Inconsciente se sitúa (a)”
En este estadio hay una identificación a la imagen del espejo y la
confirmación de dicha imagen por el Otro. En el melancólico lo escópico
encontró un vacío, una nada. El sujeto melancólico al mirar a ese espejo no
recibió imagen, (no soy nada). Esa madre no devolvió integridad, unidad al
cuerpo. Lacan se hace eco de ello en dicho seminario sobre angustia, y dice que
los melancólicos se identifican con la nada (le rien) que no tiene nada que ver con el marco especular y que
ello daría explicación a las defenestraciones propias de melancólicos.
No confundamos persona con función. No tiene nada que ver con la maldad
(supuesta) de la persona amada. Si bien
la madre del melancólico suele ser fría, poco o nada madre y el padre suele
estar ausente, debe prestarse más atención a su función, a los efectos del deseo,
como por ejemplo ante las circunstancias que se derivan de hijos no deseados.[6]
Sucede en lo simbólico cuando un llamado no tiene respuesta. Hay agujero
en lo simbólico. Falta (a) como objeto causa del deseo del Otro.
Acaba por no reconocerse. La imagen definida por la relación materna (Ideal
del Yo) y la identificación con el reflejo en el espejo (Yo Ideal). El Ideal del Yo recubre, tapa al Yo
Ideal.
Tal vez esa nada es la única cosa que puede ofrecer ese Otro, en ocasiones marcado por una generación seguida de herencias de “nada” que el sujeto melancólico transmite cual destino.
En “De una cuestión preliminar…” Lacan aborda el tema de los afectos afirmando que su origen no hay que hallarlo en lo biológico propio del sujeto, sino en su estructura y la forma especial de constituirse en cada uno. Está dibujando la particularidad de retorno del goce en cada sujeto:
En la Esquizofrenia el cuerpo como cacho de carne, sin habitar por el Otro. Cuerpo en tanto que Real. El esquizofrénico lleva el objeto (a) en el bolsillo. En la Paranoia, el goce pertenece al Otro que le hace del. En la Melancolía y Manía, falta el significante, hay forclusión que causa un sujeto arrasado por lo Real. Es decir que el goce se manifiesta como padecimiento, abandono, falta, culpa… Sufre por su juicio y castigo, es devastado por el Superyó. El sujeto paranoide evacua la culpa que el depresivo asume.
5.- Duelo (depresión normal)
El (a) funciona en el deseo, es su soporte, es decir, que se perdió y
ahora se busca (el sujeto desea). La identificación es simbólica.
6.- Duelo neurótico, neurosis melancolizadas.
El sujeto hace duelo por la pérdida de un ser que despierta en él una
fuerte ambivalencia mezcla de amor y de odio. Toma del otro sus rasgos, sus
hábitos, los valores ajenos son tomados como propios. El hecho de ser odiado se
torna en autorreproches que en lugar de ir dirigidos al ser perdido, varan en
el propio yo.
En la neurosis melancolizada del pintor Cristobal Haiztmann (Una neurosis demoníaca en el siglo XVII, 1922 (1923) leemos que quiere ser pintor en contra de la decisión de su padre. La obediencia le viene a posteriori, con la muerte del padre le sobreviene una gran inhibición para pintar. Resuelve hacer un contrato de nueve años con el demonio que lo libere de esta imposibilidad a cambio de su alma y cuerpo. No hay metáfora delirante en el caso, Haiztmann seguirá siendo hijo pero ante un equivalente paterno, el diablo. No hay delirio en las neurosis melancolizadas. Hay una llamada al Otro para salvarse, se arrepiente, cosa que no ocurre en la melancolía.
El (a) no se acaba de perder, está en el campo del Otro, pero no se ha desprendido (identificación imaginaria) sobre el modelo del Yo Ideal.
7.- Freud versus Lacan
Freud da importancia al objeto.
La Melancolía es imaginaria
Lacan:
Melancolía es psicosis.
Lacan se centra en el sujeto.
Melancolía es simbólica.
8.- La caída y la pérdida del objeto[7]
El concepto de objeto en psicoanálisis no tiene el mismo valor, no es unívoco. De entrada se diferencian y se articulan el objeto de deseo, el objeto pulsional y la elección de objeto. Sería necesario matizar algunas diferencias respecto al objeto de amor, de deseo, de la pulsión y del fantasma.
El objeto de deseo freudiano es la huella mnémica prima de la vivencia de satisfacción original; si inicialmente la satisfacción del deseo era alucinatoria, ahora requiere de un rodeo para conseguir lo anhelado. El Objeto (a) es un concepto de Jacques Lacan y significa el objeto de deseo inalcanzable, denominado también objeto metonímico: "objeto causa del deseo”. Es resto, es plus de goce, causa de deseo, objeto del fantasma, objeto de identificación en la melancolía, etcétera.
El objeto de la pulsión, en tanto que meta de la
satisfacción sufre cambios, fijaciones y suplanta al objeto de deseo. Así nos
encontramos en la clínica con los objetos adictivos. La elección objetal cobra
sentido desde la introducción del narcisismo; Lacan dice que el hijo en el
deseo materno solo puedo ocupar tres lugares: el síntoma, el falo o el objeto (a)
El objeto de amor i(a), guarda el objeto (a) que el sujeto ha depositado en él. El objeto de amor es “total”. El amor hace referencia al campo del Otro, su objeto está idealizado i(a), el “yo ideal”. El objeto de la pulsión es (a)
Freud no confunde el objeto de amor (a quién ha perdido) con el objeto de
la pulsión (qué ha perdido)
En la “caída” el sujeto busca
un objeto que venga a cumplir su función. En la pérdida se necesita un objeto
que se preste a hacer la metáfora de la pérdida, que luego dará lugar a la
metonimia, buscar otro objeto (duelo y trabajo del duelo)
En Freud encontramos la palabra caída, en el pasaje
al acto de la "joven homosexual" (Niederkommen)
Lacan comenta que hay confusión entre caída y
desvanecimiento[8] del sujeto asociado a la caída.
Hace una distinción:
La reacción ante la caída de objeto es la angustia o
la fobia.
La reacción ante la pérdida de objeto es el duelo o la melancolía. Duelo: "reacción" frente a la pérdida de objeto. Pérdida real, el objeto no está más
El yo primero es un objeto de amor del ello. La melancolía es el otro extremo del amor, cuando el sujeto no es nada comparándose con el objeto amado. La identificación es una pérdida. Asumir una imagen.
La angustia surge como acción ante el peligro de la pérdida de objeto.
Si la ausencia es momentánea (dice Freud) el lactante la confunde con una ausencia más duradera. Si la ausencia acontece en un momento de necesidad genera una situación traumática.
Si es en otro momento, la situación es de peligro. Equipara pérdida de percepción con pérdida de objeto. Cuando el objeto está y el sujeto se siente privado de amor se genera también angustia, cuando el niño pierde la visión del rostro del objeto de amor en el juego con el adulto. Recordemos que hay angustia en el nacimiento y no hay otro (alteridad) que le haga suponer una pérdida.
8.1.- La pérdida en Lacan.
En el Seminario X “La Angustia”
(1962-63) se pregunta Lacan cómo separarse de un objeto que sea a la vez causa
de angustia y objeto de deseo. Para responder a esto expone que el deseo se
origina en la falta. La angustia es cuando la falta viene a faltar.
El Deseo está en el campo del Otro
(a) es el indicador de tal
deseo, dónde el sujeto encuentra su propio deseo: a partir de ahora deseará
mediante ese objeto que es del Otro. Por tanto (a) es algo que falta en el Otro y que él no sabe. Es mediante ese rodeo
del deseo del Otro que el sujeto encuentra o puede encontrar el suyo.
Lacan sitúa la depresión y la angustia en relación a este (a). La angustia sería la pregunta: ¿Qué
soy, qué objeto soy para el deseo del Otro?
Para Lacan pérdida se distingue de falta. La falta funda el deseo (algo
me falta). La pérdida hace vacilar el deseo ya que piensa que el objeto perdido
es aquel que él deseaba (a) el que
colma su falta y tapona su función.
El objeto perdido en la melancolía (no en la neurosis) es el que nunca le ha faltado: lo posee por medio de su pérdida misma y la posesión ahoga toda posibilidad de deseo. La pérdida de objeto es la pérdida del yo.
En la depresión lo que hay es la caída de un valor fálico. Un objeto de
amor puede estar realizando una función fálica (marido o mujer rica), el valor
fálico del matrimonio. Lo que soy para
los demás y en especial para el Otro primordial.
El duelo consiste en sufrir la pérdida real del objeto en su totalidad sea
ésta personal, amorosa o un ideal religioso, político, social…
En la melancolía el objeto es menos aprehensible.
Freud dice (Duelo y Melancolía): “Tiene que haber existido por un lado una fuerte fijación con el objeto de amor, y por otro lado y en contradicción con esto, una escasa resistencia de la investidura de objeto”
Muchas crisis melancólicas suceden en momentos donde se ponen en juego
ilusiones y deseos. Son deseos imaginarios y se alternan con recaídas fuertes
Referencias a memorias perdidas, vacíos. Identificaciones con nada que comenta Lacan. El duelo cuando pasa deja una señal, una cicatriz, es el sesgo que produjo el objeto: Una herida y una cicatriz. La melancolía, dice Freud, no deja cicatriz, porque no ha habido una marca de la pérdida del objeto de amor.
En el duelo se pierde i(a), imagen de (a). No es (a) objeto
perdido que no existió (Lo Real). El melancólico está identificado a ese (a), no lo pierde por tanto (la sombra
del objeto cae sobre el yo). Lacan dice que la fórmula del fantasma S♦a no se puede aplicar al melancólico,
porque el (a) no se ha desprendido y
recordemos que este (a) es la causa y
soporte del deseo.
En la melancolía no hay objeto (a)
perdido. La identificación es a (a),
no especularizable. La falta de la falta en el Otro, hace de este Otro un ser
total. Falta la falta y el sujeto se identifica a este vacío. El objeto (a)
aparece como un superyó tiránico.
9.- Depresión y melancolía.
La depresión podemos considerarla reflejada en un daño moral, una tristeza anímica, acompañada de culpa que genera un desinterés por lo cotidiano. El sujeto se ve impotente, anímicamente infravalorado y con inhibición ante todo. A más le acompaña una tristeza, un pesimismo y una culpabilidad extrema llena de reproches contra su persona. Una vez constituido este estado aparecen síntomas corporales asociados.
Diferencias.
La depresión responde más al modelo actual de mundo globalizado, donde el deseo es obligatorio, como la felicidad. Ritmo imparable ante el que no podemos detenernos. La modernidad significa influencia en la dinámica del deseo, la educación, los ideales familiares, la figura paterna, el consumo, el cultivo del cuerpo, la idea de Dios y la culpa. Comenta M. Klein que la depresión de los años ‘30 fue una caída de valores fálicos, que sostenían la cultura del momento.
Esta cobardía a la hora de enfrentarse al mundo recibe de la química
medicamentosa respuesta a la demanda si atender a las verdaderas razones que no
son otras que averiguar qué ha perdido el sujeto en relación a las personas o
los ideales.
El melancólico no busca alivio de síntoma y se refugia en su silencio. Su
sino es el desastre, la fatalidad. Una situación circular, si siempre ha sido
así, así seguirá. Elucubraciones relativas a por qué me ha pasado a mí,
evitando qué tengo que ver en lo que me pasa. El depresivo da cuenta del origen
de su situación manteniendo con los demás una relación más o menos estable,
indicando con ello que puede ser de amor-odio.
Cuando el depresivo intenta aliviar su sufrimiento, el melancólico se
deja llevar por el silencio, la fatalidad. El depresivo se relaciona, se
expresa aunque sea agresivamente, sabe la causa de su mal, tendrá final. El
melancólico cree en la fatalidad en el determinismo, siempre fue así y será
perpetuo. Sumemos además las autoacusaciones.
Depresión |
Melancolía |
Depresión es parte |
Melancolía es el todo |
Reivindica al Otro |
Se queja poco, se desprecia, y acusan |
Egoísta |
Más aún |
Con rabia dentro |
Rabia contra si mismo |
Queja: “¡no
me entiendes!” (El Otro) |
Certeza sobre el ser |
Castración: uno más, no soy el único |
Excepcional |
No querer saber |
Verdad terrible sobre la muerte -No soy nada (ser) -No tener nada (tener) Negro, el mundo se ensombrece. Delirios de ruina. |
La Falta. Problema con el deseo (-φ) |
No hay deseo como empuje. |
Caída de la cumbre |
No sienten nada |
No coloca el objeto (a) en una mujer y corre
tras ella. |
Lleva el objeto en el bolsillo, entonces no hay
deseo, el (a) aparece en las voces |
Deprimido depende del Otro. |
Se suicida para matar al objeto. Es el hombre
libre, no lleva al objeto (a) consigo. No tiene que ir a buscarlo. No depende
de nadie. |
10.- Manía – Melancolía
Nosológicamente situadas como trastornos del ánimo, otrora formaron parte
de las psicosis cíclicas o locuras circulares. El término de psicosis
maníaco-depresiva es atribuido a Kraepelin quien quería diferenciarlas de las esquizofrenias.
Sabemos de él que lo hacía en base a su evolución: La esquizofrenia acababa en
deterioro afectivo e intelectual, mientras que la psicosis
maníaco-depresiva no tenía tal fin.
La separación manía
melancolía para Freud obedece al hecho de que ambas funcionan de forma similar
en cuanto a la misma idea, pero en la melancolía el yo dimite y en la manía
escapa. Este escape lo considera una forma de victoria que la pone al otro lado
respecto a la melancolía[9].
Originariamente la melancolía estaba asociada a enfermedad mental y
motivada por razones de índole moral. En contraposición a la melancolía, la
manía era la actividad en contra del sentimiento. Ambas situadas en oposición,
que no quiere decir alternancia; diferenciándose por su especial manera de
descargarse: en actos o en emoción. Freud hablaba de un mismo mecanismo. En la manía el sujeto escaparía de esta
identificación que hace que en la melancolía se acabe presa del objeto perdido
al cual se identificaba el yo. Se libera del odio, del reproche, de la culpa.
La manía vence ese sufrimiento yoíco se libera de esa pesada carga que supone
empobrecerse.
Algunos autores (Colette Soler)
proponen la idea del maníaco como un sujeto que escapa al contacto, incluso a
la pregunta sobre su vida, lejano a la transferencia. Se indica un síntoma
especial relacionado con la fuga de ideas fruto tal vez de esta huida: Piensa y
habla intermitentemente, a saltos, sin continuidad discursiva.
En “Radiofonía y Televisión”,
Lacan hace una de sus pocas intervenciones sobre la depresión tildándola de
cobardía moral (cobardía forclusiva). Si hay forclusión no hay represión. Sitúa
a ambas como posiciones éticas (no como cuadros). Esto quiere decir que el
sujeto no quiere saber sobre algo. ¿No querer saber sobre qué? Posiblemente un
rechazo del inconsciente. Entonces estaríamos en el campo de la psicosis para
Lacan.
Si bien no parece que sean la misma cosa, sí se diferencian en la
autoacusación y el reproche que cae sobre el yo (mortificación culpable)
Colina[10] aporta una clarificación. Dice que lo opuesto a la tristeza, no es la alegría, sino que es la excitación, la acción, la actividad… Por tanto en la manía no hay alegría, ni felicidad, ni liberación… hay exceso, exaltación ciega, sorda. Un movimiento, dice, ante el atasco del deseo (aplicable a la hiperactividad hiperdiagnosticada hoy día)
En la manía hay un esfuerzo de recuperación de aquello perdido, no se
trata de duelo por lo perdido, sino más bien capacidad para sustituirlo. Es
decir contra el reproche, la energía. Freud dice que el sujeto está celebrando
su triunfó sobre el objeto que otrora amó y que luego abandonó e introyectó.
Está libre, hay frenesí. El yo no se anula con el superyó sino que se lanza al
exterior.
Contra ese determinismo filosófico de que nada vale la pena, de que el sufrimiento es la única posibilidad, ante ese escepticismo, la manía busca otra alternativa
11.- Melancolía y paranoia.
La melancolía está muy ligada a la psicosis porque cualquier psicosis
puede optar por la melancolía, la paranoia o la esquizofrenia. De hecho algunos
melancólicos acaban en uno de los otros dos campos y no hay que achacarlo al
azar o a la mala suerte en el avance del tratamiento. Es más bien un final
posible.
En la melancolía no hay delirio como en la paranoia. Eso no es tajante,
debido al estrecho límite entre entidades y a que la paranoia puede ser la
salida a alguna melancolía.
Mientras que para la psicosis el delirio es un esfuerzo de curación, la
desazón y la desesperanza lo son para la melancolía.
El hecho de la tristeza como
condición melancólica viene dado porque su deseo no concluye en insatisfacción,
en castración. La melancolía no consigue cambiar la pérdida por la falta. Sabemos
que la falta espolea al deseo. Si concluyera en falta, se superaría la pérdida,
se identificaría con el muerto, se incorporaría. Como esto no ocurre, la sombra
del objeto que falta, que está ausente, cae sobre el yo. Si no hay falta, no
hay deseo.
La melancolía, no puede matar al muerto. Sabe a quién ha perdido pero no lo que con él ha perdido.[11]
Siguiendo a Fernando Colina[12] en Melancolía y Paranoia veremos que el eje melancólico lo forman el deseo y la tristeza (hijos de la soledad y de la culpa), mientras que el eje paranoico lo conforman el saber y la interpretación (fruto de la división del sujeto)
¿Cómo afrontar la relación con el espacio? En la melancolía ese espacio
protector no existe. En al psicosis el espacio lo encontramos en la presencia
de los fenómenos elementales (alucinación y delirio)
En la psicosis no ha funcionado el significante fundamental: el Nombre-del-Padre. La única ley que existe en la melancolía sobreviene cuando cae sobre el yo la “justicia”, la culpa, pura pulsión de muerte.
Así como el paranoico necesita de su delirio, donde desaparece y el
esquizofrénico se separa del cuerpo (separa cuerpo y goce), el melancólico se
alía con su culpa. Ambos enferman para saber. Lo que está en juego es el ideal.
Sabemos que el melancólico se refugia en su culpa, mientras el maníaco niega la
pérdida. La melancolía pretende la perfección, pero fracasa y se acusa. En la
megalomanía el yo se ensalza, en la melancolía el yo se desprecia.
12.- Duelo y depresión en el final de análisis.
La salida en la depresión implica un cambio en relación al falo, a los
otros, a la posición subjetiva. En el duelo no hay cambio en la posición
subjetiva, sólo encontramos una cicatriz, una sutura instantánea.
El psicoanálisis no puede ofrecerle una interpretación a la melancolía ya
que ella consiste en una “Aufhebung”,
una cancelación de interés por el mundo exterior. El melancólico no tiene
mensaje, no ocultan ningún secreto. Existe la confusión ente el Yo Ideal y el
Ideal del Yo[13]. No es
indicado oponerse al enfermo respecto a sus autorreproches, porque seguro que le
asiste la razón.
13.- La culpa.
El superyó surge en Freud en “Más
allá del principio del placer”: “El
precio pagado por el progreso de la cultura reside en la pérdida de felicidad
por aumento del sentimiento de culpabilidad”
Freud nos aporta teoría de la culpa en la correspondencia, Moisés y la religión
monoteísta, Edipo de Sófocles, Hamlet de Shakespeare y los Hermanos Karamazov
de Dostoiewski, presentan el parricidio, es decir el lazo entre culpa, Edipo y
castración.
Dice Freud: “el sentimiento de
culpabilidad no es, en el fondo, sino una variante topográfica de la angustia”
La severidad del superyó la encontramos en la neurosis obsesiva y en la
melancolía. En la neurosis obsesiva es la regresión a la fase anal donde en
base al fantasma inconsciente confunde amar con ser castigado. El superyó freudiano inicialmente tiene razones para
explicar la paranoia (psiconeurosis narcisistas).
La enfermedad es un refugio donde encuentra satisfacción este sentimiento
de culpa. Esta culpa no tiene nada que ver con el pecado (recordemos las
conversaciones con Oscar Pfister)
En al melancolía, debido a identificaciones primarias, el análisis
encuentra una muralla narcisista. La culpa del obsesivo no es la misma que la
del melancólico. El depresivo va más ligado a la queja, a la reivindicación, al
victimismo. No sabe qué hacer con su deseo y espera mensaje. Pero está alejado
del dolor y la culpa melancólicos. La depresión y la melancolía son
inversamente proporcionales: A más depresión…. Menos melancolía.
13.1.- Lacan y la culpa.
No hay referencias explícitas. Si la encontramos en la paranoia de
autopunición y en la teoría de los goces.
Dice que la religión es a la humanidad como la neurosis al sujeto.
Relaciona masoquismo, la culpa y la voz de Dios.
En el seminario de “La Ética” dice Lacan que de la única cosa de la que se puede ser culpable al menos desde la perspectiva psicoanalítica, es de haber cedido al deseo.
14.- El suicidio
Existe un riesgo mayor en la melancolía calibrado en 25 veces por encima
que en población normal. Se trata de suicidios muy efectivos: arrojarse por la
venta o lanzarse al tren y suceden cuando se levantan ciertas inhibiciones, por
tanto requieren de una vigilancia extrema.
“Cuando puede tratarse a sí mismo como objeto...”. Freud habla en el
Manuscrito G de una cierta hemorragia interna, de una pérdida libidinal.
Volviendo al Niederkommen, una
primera referencia la tenemos en “Un caso
de homosexualidad femenina” (1920).
Es el acto, el momento en el que ya no hay palabras, no se puede demandar al
Otro, hasta que el sujeto cae y se halla en su propia caída, en la muerte. Niederkommen viene a leerse como un dejarse caer, ser parido
otra vez.
“No es por nada que el sujeto melancólico tenga semejante propensión,
siempre cumplica con fulgurante y desconcertante rapidez, a tirarse por la
ventana”[14]
En “La ética del psicoanálisis” (1959-60) Lacan describe dos tipos de muerte en la melancolía (Nos remite al drama de Antígona de Sófocles):
El sujeto
se ve en vida condenado, muerto (Alienación al significante)
Busca otra muerte que le permita liberarse (Separarse del objeto)
El melancólico busca una
segunda muerte. El objeto cae sobre el Yo. El objeto no está idealizado como en
el duelo i(a) y quiere recuperarlo atravesando el marco.
En la manía, el objeto no
parece limitar al sujeto, no depende de ningún (a), está suelto.
La ventana como límite
entre la escena y el mundo. Es el pasaje al acto melancólico: Yo (a) y Otro
se confunden. La muerte es la salida. Del lado de la muerte está lo simbólico.
Suicidarse sería así liberarse, desembarazarse de dicho objeto (la
identificación narcisista exige el abandono del objeto)
[1] Cicerón. Tusculanas.
Coloquio. Madrid, 1986. Ferrater Mora J. Diccionario de Filosofía.
Ariel. Barcelona, 1994.
[2]
Hipócrates, “Sobre los aires, aguas y lugares”, Tratados hipocráticos, Vol. 2.
Madrid. Gredos, 1997,§ 10, pág. 64
[3] Roudinesco,
E., Diccionario de psicoanálisis. Ed. Paidós.
[4] Lacan, J.,
“Kant con Sade”, 1963, en Escritos II, Siglo XXI Editores. S.A. Madrid (Tercera
Edición: 1978), pág. 349.
[5] Lacan, J. Seminario II., “El Yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica”, 1954-55. Ediciones Paidós, Barcelona, 1983, p. 17
[6] Lacan J., Seminario II “El Yo en la teoría de Freud y
en la técnica psicoanalítica”, 1954-55
[7] Díaz Romero, R., La caída y la pérdida del objeto en un análisis.
En la red: http://www.epsfros.org.ar/files/libros/img_4db62ae00113c.pdf
[8] Desvanecimiento del sujeto es el proceso por el cual
el sujeto solo se capta a través de lo que dice, del lenguaje, como una máscara
que lo aliena y dónde se esconde. Desvanecerse es “fading” perder la luz.
[9] 12 Freud, S. (1950): "Carta 18"
(21-05-1894). En O. C., Tomo I, pp. 227-228.
[10] Colina, F., Melancolía y paranoia. Editorial Síntesis.
[11] Freud, S., “Duelo y melancolía”, 1917, en O.C. Tomo
II, p. 2092.
[12] Colina, F., op. Cit.
[13] Freud, S., “Neurosis y Psicosis”, 1924, O.C. Tomo III
p. 2744.
[14] Lacan, J, Seminario X “La Angustia”, 1963-64
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