Pasado y presente en la tragedia del adolescente. El declinar del Padre

 

Ponencia presentada en el Congreso Nacional de SEPYPNA (Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del niño y del adolescente) en Girona el 15 y 16 de octubre de 1999.

Es usual  hablar de psicoanálisis "de" niños o "con" adolescentes,  situando entre la práctica y el sujeto la preposición "de o con". La clínica debe desentenderse en sus cuestiones básicas de la edad y atender al sujeto del inconsciente; ello no evita que la dirección de la cura valore estas variantes.

Dostoievski

Nos preguntamos si es analizable la adolescencia como si de un síntoma se tratara. La adolescencia es un momento de interrogación, de paso, de separación del ligamen a los padres y como tal participa de la tragedia. "Crisis de la adolescencia", es un significante que nos remite al momento álgido de un padecimiento. Es preferible decir que se analiza a un sujeto adolescente, porque la adolescencia no se cura, no se educa, a lo sumo consiste en escuchar una demanda. Y esta demanda debe analizarse.

En una lectura de los historiales de Freud, basándonos en lo por él sesgado, leemos que no tuvo mucho éxito con Katherina, con  Dora, o "Un caso de homosexualidad femenina";  algunos por fallos en su elaboración teórica, otros por que fueron enviados por sus padres. El hecho de quién parte la demanda es decisivo en el proceso de la cura. No olvidemos la amistad que unía a Freud con el padre de Dora, o la adoración de Max Graf, padre de Juanito[1]  hacia el maestro. Mal comienzo cuando el analista es considerado cómplice de los padres, porque el adolescente pondrá resistencias a la terapia siempre que ésta impida que se desarrolle su singularidad, más aún, si lo que se pretende es reeducar o terapiar lo psíquico. 

La adolescencia es un tiempo lógico de resolución del tema edípico  Padres e hijos están viviendo su propia tragedia y al final tendrán que hacer sus propios duelos. Unos  intentan dar el paso desde el lugar de objeto al de sujeto autónomo, los otros porque ven fracasar sus ideales[2]. Las generaciones chocan  cuando se intenta borrar la subjetividad.

El encuentro "tyche" con el Otro es un momento de estallido, de grito, momento único que depende del sujeto y de su estructura, es donde se decide su destino y su futuro.  Un tiempo de desarraigo que propicia una confusión entre opuestos: ni niño, ni adulto, masculino o femenino, libertad o sujeción, sumisión o independencia. Los restos de esta tragedia los recoge el psicoanálisis y lo que éste descubre interesa al sujeto no a sus padres,  por tanto es necesario decir: No sabemos que desean Vds. de su hijo, pero esto es lo que él desea. Para así, lejos de la adaptación, abstenernos de cercenar el deseo, de homogeneizarlo.

La adolescencia es la dramática prueba de iniciación de nuestra cultura ante las exigencias libidinales y que tan acertadamente metaforiza Francoise Dolto  como "el drama de la langosta", que en cierto momento de  su desarrollo pierde el caparazón protector, quedándose sin defensas.

Ellos, los adolescentes, navegan en una sociedad que al no permanecer estática y en su progresión geométrica, hace con sus movimientos tambalear a la familia. Hecho este que nos obliga a plantear un antes y un ahora en referencia a la paternidad. El después es futurología. 

Efectivamente el padre en los orígenes[3], no es el casado con la mujer, sino el que dirige la ciudad, el amo, bien sea político o religioso. El "dominus" amo de la casa. Casarse, por tanto, era llevar una mujer a casa. Como padre, se autorizaba a ser amo de la mujer, padre de un hijo. Maternal quería decir de la misma materia que la madre. Para que el hijo entrara a formar parte de la familia era necesario que el padre lo levantara en brazos. Sobre este último, el padre tenía todos los derechos, incluida la vida y no menos el patrimonio, bienes que hasta la muerte del padre no pasaban al hijo; por tanto no era sujeto. Sabemos que las cosas fueron cambiando.

Los avatares culturales iniciados con la Revolución Francesa harán que este padre sea relegado a ser un representante de la ley dentro de la familia, anulando  su absolutismo.

Dando saltos cronológicos pasaremos de la ausencia de derechos en el hijo a la declaración de Derechos de Niño (20-nov.-1989), ahora se trata de "His Majesty the Baby", el  "sujeto ciudadano" y de sus actos deben responder los padres. De estos presuntos avances van quedando restos no digeridos; hoy el niño a pesar de las consideraciones, es un objeto para la ciencia, un objeto social, del que se encargará la Pediatría, la Psicopatología Infantil, la puericultura, los equipos multidisciplinarios, o las instituciones educativas...  que suplantan lo que otrora era la función paterna.

El psicoanálisis por obra de Freud nos aporta el mito de la tragedia griega para iluminar la estructura familiar. Lo que denominamos la estructura edípica edifica la relación entre sus  miembros. De entrada hemos de pensar que el hijo pre-existe en el  deseo de los padres y el futuro deseante del mismo dependerá de cómo hayan resuelto ellos su propia novela, de cómo han resuelto su castración.

El niño, biológicamente prematuro, por su insuficiencia, su alta dependencia, está sujeto al deseo materno. Los cuidados que normalmente ella le ofrece hacen que ilusoriamente, él se crea aquello que le falta a la madre, el falo imaginario de la madre. …( -j)

Si sabemos algo de la normalidad ha sido estudiando las patologías y ellas nos dicen que es necesario un padre que al ejercer su función como garante de la ley  dirija el deseo de la madre y el del hijo con una doble prohibición: No te acostarás con tu madre y no reintegrarás tu producto.

La función no es otra que colocar un impedimento entre el goce materno y el niño;  facilitando que nazca como sujeto de deseo lejos del servicio sexual de la madre. Si así ocurre pasará de ser el falo a no serlo. Ahora es el padre quien tiene el falo simbólico   (F) . Se tratará de buscar a este padre, y si éste no está no hay identificación, ni hay futuro ser deseante. Los síntomas serán su grito al padre. Actitud típica del adolescente, que no dudará incluso con infringir la ley para que esta actúe.

Esa herencia freudiana nos deja el legado de la impotencia del padre de Dora, La deuda del padre de "El Hombre de las ratas", el padre inoperante de Juanito, la llamada al padre en caso del pintor Cristóbal Haitzman en su trato con el diablo, la inflación de padre, Dios todopoderoso, en el caso Schreber,.

Qué decir de las historias con sus padres de Kafka, Kierkeggard,[4] Hölderlin[5] o por qué no del mismo  de Freud. La literatura que sirvió de aval al psicoanálisis nos ofrece la muerte en la tragedia de Hamlet,  Dostoiewsky y el parricidio en los Hermanos Karamazof y  Edipo,... O las reflexiones antropológicas en Totem y Tabú, Moisés y Psicología de masas y análisis del yo, hablan del fracaso de la función paterna como transmisor de la ley.

En todos ellos el asesinato del padre es el tema central. Hay que anularlo para poder gozar de la madre, ocupar su lugar y posteriormente la culpa por el crimen. Las madres de Juanito, la de Hölderlin, la de Dora, la de Freud,  también han estado presentes. 

Cuando nos referimos al padre del adolescente, a nosotros no nos interesa la persona sino la función. Es por ello que diferenciamos al padre imaginario, del simbólico y del real. Comencemos nuestro recorrido por el padre real. ¿Por qué este inicio?. Pues bien, pensamos que para que haya padre no es necesario que haya un hombre, es contingente. Hoy sabemos que la ciencia se ha encargado de ello. [6]

El padre real sólo existe como espermatozoide. Es un padre inexistente, mítico (urvater), quiere manifestar que está fuera del lenguaje, de lo simbólico. Padre no es comparable a una historia, sólo le suponemos una historia mítica.  Pero cumple como agente de la castración. ¿Qué es esto?. Al hablar de economía del deseo y cómo se regula, decimos que cuando el hijo desea a la madre debe de encontrar de por medio al padre, a la ley del deseo del otro. Debe de renunciar, represión originaria, renunciamiento psíquico, al objeto inaugural de su deseo. Este padre fuerza al sujeto al abandono del goce materno, goce imposible, dirigiendo el goce hacia lo fálico y lo fantasmático.

Al afirmar que: Pater semper incertus, Mater certíssima, queremos poner en la palestra lo secundario del padre real[7]. La incerteza no es la promiscuidad, sino el hecho de que más allá del padre real, está el padre simbólico que es nombrado por la madre. 

El padre simbólico se construye sobre el real gracias al Edipo y a un significante, el falo. El falo es el cuarto elemento de la triada de deseos, el que marca la diferencia de los sexos. El falo permite al padre actuar como simbólico. Parecería deducirse cierto falocentrismo, cierto machismo en detrimento de la madre, pero los hechos no son así, sino todo lo contrario. Es ella la que autoriza al hombre, al padre. Sin su deseo no hay función  paterna.

El padre simbólico actúa en las relaciones entre madre e hijo, está dentro de  esta relación pero no la controla, no la domina, no es su amo, no es amo de aquello que representa. Asignar esta función al padre es obra de la madre. Ella es la que orienta al hijo hacia el padre con el solo uso de la palabra. No es necesario que el padre esté vivo para que la madre, al hablar de él oriente al hijo hacia el objeto de su deseo. De esta manera el hijo sabe que la madre desea más allá de él: hay un deseo del Otro.

Este padre simbólico es el depositario de una ley de prohibición del incesto. Por tanto no es la ley sino su representante. Para Lévi-Strauss, la naturaleza consiste en aquello que se ha generalizado, universalizado en el hombre, el resto forma parte de la cultura. Entre ambas, naturaleza y cultura está la ley del incesto que ni es cultural ni natural, forma parte de las dos al mismo tiempo, es en sí una regla universal.

El padre simbólico es un significante, una palabra, un apellido, por tanto ya muerto que se encuentra en las generaciones. Marca la imposibilidad de gozar de la madre, posibilita la castración de la madre, del Otro. Es la identificación al Nombre-del-Padre. [8]

Mientras que el padre imaginario es aquel  del cual se habla en análisis. Porque los otros nos pueden decirse sólo constatamos sus efectos. No es un padre muerto como el simbólico, se sostiene en su imagen, es el culpable de que las cosas vayan mal.

Es ese padre ideal, el de las primeras relaciones con los hijos, el de las fantasías de omnipotencia. Era el que llegaba del trabajo y reunía a los hijos alrededor de la mesa, los convocaba, ahora la tele le suple en función.

Es el padre edípico, rival al que hay que eliminar: Es el padre del fantasma y viene representado por multitud de características: fuerte, débil, amable, inútil. No tiene todas las mujeres como el padre Real.

Estos son los padres anudados con los que la adolescencia ha tenido que convivir. Pero insistimos en dejar de lado la figura paterna reflejada en la virilidad, la fuerza, la violencia, el abuso, el espermatozoide o el padre ausente. Reclamamos su función más allá de la imagen[9].

En la tragedia, el adolescente debe de participar en la muerte de su progenitor, muerte lógica, que no cruenta, para que su deseo salga vivo.

Cuando hablamos de la tragedia vamos más allá del teatro, queriendo precisar la función en la estructura. Hay que resaltar el mito de Tótem y Tabú, la horda, ese padre gozador de todas las mujeres, la rebelión por parte de los hijos y el parricidio. Es a partir de la muerte del padre que el padre está más vivo que nunca. Los hijos necesitan a partir de ahora y por temor, organizarse, protegerse para que las cosas no vuelvan a repetirse. Crean una  organización social como defensa, la prohibición del incesto.

Hay que superar la historia y observar qué está en juego en el asesinato del padre. Se trata del asesinato de una función. Una función de apertura. Partamos de la pregunta sobre ¿Qué función cumplen los padres en la reproducción?. Los progenitores además de ofrecer su cuerpo biológico, cuando se relacionan, aportan sus fantasmas, sus neurosis, sus defensas ante el problema de la reproducción, es decir toda una economía libidinal. La función paterna garantiza la separación entre el cuerpo biológico y el erógeno, es decir el acceso a la erogeneidad, al inconsciente, al goce o a lo prohibido.

 El asesinato del padre consiste en renovar la función de apertura, nacimiento de la subjetividad, ingreso al mundo del deseo, posibilita la castración.

Para que un padre sea agente de la ley es necesario un significante, un padre muerto. La ley es prohibición y deseo. El goce está prohibido para aquel que habla.

Por tanto: ¿Qué es eso de la muerte del padre?.  Es el padre muerto por el significante. El discurso materno lo metaforiza, lo mata y le da posibilidad de función. Este es el padre del adolescente, padre que tiene que entregar su vida como verdadero acto de amor. El juicio de Salomón nos viene a indicar dicho acto, es la madre que dona a su hijo, la que realmente lo ama aún a costa de la pérdida. Ella es la verdadera madre, no la que quiere poseerlo.

 El padre así ha donado a su hijo la herencia de la castración, ha hecho a su mujer la causa de su deseo (a) y por tanto objeto de su goce, y le ha dicho al hijo: "tú no estás concernido en el goce de esa mujer".

Cuando Karamazov emulando a Nietzche dice: Dios ha muerto, ahora todo está permitido, es justamente cuando hay que afirmar, que después de su muerte nada está permitido[10].

 La función del padre para alcanzar lo que se supone como normalidad, (por otra parte imposible de definir, inefable su función), es poner barrera al goce (espejismo de completud) incestuoso con la madre. 

¿Y qué hay de la función materna? En primer lugar nombrar al padre de su deseo que indique al hijo otro lugar lejos de ella. Pero tratemos el tema desde  la óptica de la separación, no del cuerpo biológico, sino del cuerpo erógeno. Separación o corte que es posibilitado por la función del padre. Si el cuerpo del niño (objeto) colma el campo libidinal de la madre, lo erógeno se superpone a lo orgánico. Para que la función del padre exista debe de haber una desconexión. Es el cuerpo erógeno del padre el que debería colmar a la madre.

¿Hay una función materna?. Bion y Winnicott hablan de la función de "Reverie" (ensoñar) codificar los mensajes que inicialmente son de necesidad del hijo. Ella los tamiza por la palabra y les devuelve un sentido. Si no se devuelve a esa llamada una unidad, sobreviene la psicosis, el desmembramiento. Cuando codificamos lo hacemos a gusto nuestro, no de los deseos del sujeto.

Pero no sólo es cuestión de amor. ¿Qué hace una mujer con el odio que le despierta el hijo?. Pensemos que amparados en la idea del amor a veces se crean terribles lazos. Por ello es bueno que el hijo  decepcione a la madre, así se salvará como sujeto, será separado. Se saldrá del ideal que de él se espera.

De todo lo anterior se desprende que tanto la madre como el padre son insustituibles; podría, no obstante existir identificación de uno en el otro. Ello nos pone a recaudo de lo que algunos cuestionan entre parejas de homosexuales en referencia a quién asume cada papel.

Tanto el papel de padre como el de madre no son cuestión de sorteo, la diferencia es irreductible. Ambas funciones se sostienen en la diferencia de sexos.  Lo determinante es la ley del falo, como significante de una falta y es el que permite negociar la propia identidad sexual.

De cómo ha vivido el adolescente su propia novela, su propio mito individual se dirime su estructura.

El obsesivo  ha sido excesivamente amado por la madre. Ha sido un objeto especial para la madre, su niño bonito. Tanta atención, hace que éste esté siempre pendiente de su demanda: ¿Qué quieres de mí?. De ahí que se ofrezca siempre que pueda, ante cualquier imagen que represente a la madre  en forma de servidumbre voluntaria.

En cuanto al padre, ha funcionado su metáfora, pero ha quedado un regusto en la madre de cierta insatisfacción  en  todo lo que esperaba de él. El hijo se verá respecto al padre en una situación de constante rivalidad y competencia, reflejadas en fantasías de muerte y hazañas en las que destaca. Como la lucha de puro prestigio referidas por Hegel en la dialéctica del amo y el esclavo. La presencia de cualquier figura relevante, autoritaria, es insoportable. Ellas son representantes del amo, del poseedor de lo que él desea.  Esta lucha se verá acompañada por una gran culpabilidad que viene promovida por el temor a la castración.

La histérica vive en una constante búsqueda por resolver el enigma de qué es una mujer. Los caminos para hallar la solución pasan por grandes rodeos: Si la madre desea al padre, es que éste tiene el falo de derecho. Si ello es cierto, el padre debe de dar constantes pruebas de su virilidad, que le asegure que es él quien tiene el falo.

Siempre existe otro que tiene información sobre sus preguntas, sobre su deseo, sobre su enigma, por tanto se alienará en el deseo del Otro.

La histérica quiere ser el falo faltante de la madre, quiere evitar a toda costa la castración y la diferencia de los sexos (anorexia). Su pregunta pasa por el qué es una mujer para el deseo de un hombre.

Si supone que alguna ha sido capaz de resolver el enigma no dudará un instante en identificarse con ella. Continuará su búsqueda bien sea haciendo de hombre adornándose de atributos fálicos o esforzándose en demostrar su virilidad. Virilidad de la que el histérico tiene que dar pruebas, pero sólo es capaz de demostrar que no tiene el pene (impotencia). No tengo el falo hasta el final (eyaculación precoz). Los fallos en la virilidad hacen que se busquen nuevas vías alternativas, así como los perversos, padecen una constante insatisfacción, o  la mascarada homosexual para evitar lo femenino.

La ilusión del histérico es que el goce femenino es una amenaza, sólo el falo puede dominarlo. Por todo ello, la histérica busca un amo donde alienarse y donde alojar el saber y lo encuentra en la ciencia que por otra parte es impotente para dar cuenta del goce de su síntoma. 

Por su lado el perverso materializa la creencia de poder alcanzar el goce del Otro . Se resiste a la castración. Lacan los define como los últimos creyentes. Quieren asumir y ser como el padre gozador.[11]

Es en la psicosis donde se hace más patente el fracaso de la función paterna. La psicosis sobreviene cuando el padre real no adviene en calidad de padre simbólico (renegado en el discurso de la madre).

Mientras que para M. Klein la psicosis es original para todo sujeto, la neurosis y la perversión serían como defensas frente a los núcleos psicóticos iniciales del sujeto. Es así que para ella cualquiera puede ser psicótico. Para nosotros no se vuelve loco quien quiere, sino quien puede. Sabemos que la mejor manera de sostener un taburete son las tres patas, si falla una, estamos ante la neurosis. El problema está cuando faltan los significantes del deseo, entonces lo que no está simbolizado aparece en lo real. Cuando falta la carretera principal, al sujeto perdido le llegan multitud de indicadores.[12]

La función paterna, la Metáfora del Nombre-del-Padre ha de desplegarse sobre la base de la represión originaria del deseo de la madre. Se trata de la división del sujeto en el orden simbólico.[13] 

Es en la adolescencia donde se dirimen las cuestiones principales:

¿Es cierto que la esquizofrenia se declara al final de la adolescencia?.

¿La semilla de la esquizofrenia reside en la relación con la madre... el padre no tiene realmente importancia alguna.? Es muy posible que en estos casos hay una imposibilidad de separar el cuerpo de la madre del hijo. Así observamos que en la depresión post-parto, cuando la ilusiones de fusión entre madre e hijo se desvanecen y éste es investido como algo totalmente independiente de la madre. Aquí no aparece la metáfora paterna por ningún resquicio. El delirio vendrá a suplir esta falta, esta dimisión del padre[14]

¿Por qué un solo hijo psicótico entre varios hermanos?. ¿Son psicóticos los padres de los psicóticos?. Todo un debate inacabado. Lo cierto es que la adolescencia es un momento lógico en el cual el sujeto está en condiciones para recibir significantes que le hagan plantearse qué ha sido de su vida y alguno de estos significantes pueden hacer de espoleta. Hay una transmisión entre las generaciones de las estructuras edípicas. Para unos  Bowen, para otros Cooper, afirma que se necesitan tres generaciones para hacer un psicótico. Esto viene a significar que se supone que la predisposición ya pre-existe en la vida anterior, como derrumbe de lo simbólico (Werwerfung). 

¿Qué decir del presente?. ¿Qué decir del legado que recibe el adolescente de hoy dia? ¿Por qué nos cuestionamos más que nunca ciertos fracasos sociales? .

La modernidad está planteando nuevos retos a la familia y de sus efectos sólo podremos saber a posteriori. Pero de todos es sabido que asistimos al ocaso del padre y por tanto a su función en lo que llamamos lo social.

El tan inseguro padre biológico es aún más irrelevante. Ya no se cuenta con él, con su presencia. La procreación artificial le relega, distancia al creador con su obra.  Ahora la ley permite a la madre dar el apellido que desde los albores era don del padre. La ciencia le viene a indicar que del padre genitor no se puede extraer la definición de padre.  Si antes se basaba toda la  cuestión paterna en lo genital, la ciencia dice que no.  Por no tener, no tiene ni derecho al hijo, gracias al anonimato de la maternidad asistida.[15]  

La madre y padre actuales gracias a la ciencia son inciertos, la  fecundación asistida, los scanners, la resonancias, estas anticipaciones, han puesto en jaque a lo real del nacimiento.

Ya no es el amo. Por otra parte el amo es un padre que se cree así. Uno puede decirse amo pero no padre. El adquirir tal función decimos que corresponde a la madre. El amo no es una persona sino un discurso que une lo social y que aprovecha, modernizándose, adoptando papeles nuevos, asistiendo al declive del padre. Mientras que el padre pierde poderes el amo adquiere formas diferentes. Los progresos sociales que se adquieren con el acceso al trabajo, no dominan al amo que se mimetiza en normas, en trabajo, en consumo, en moda, en  horarios...[16]

La madre no ha tenido mejor suerte. Si hay una declinación paterna, también existe una materna y queramos o no cuando pretendemos saber algo de la femineidad, ese universo oscuro, siempre nos vemos remitidos al hecho de ser madres. La maternidad como una "trampa amarga" dirá Mary O'Brian.

 

El Cristianismo se preocupó de relegar a la mujer al matrimonio y la procreación, conjugando sexualidad con reproducción. El Cristianismo ha sido el arma más sofisticada de control del goce femenino. Ejemplo de ello es María, madre más allá del goce. Y es en la clínica que nos encontramos con la madre y la prostituta como lo más enigmático de la sexualidad femenina a través de los hombres que cuando aman a una mujer no la desean y cuando la desean, no la aman..

El siglo XIX ha sido su siglo para interrogar y ser interrogadas, espoloneadas por Mary Wollstonecraft [17]con el sufragio femenino o Simone de Beauvoir quien se preguntaba ¿quién es la mujer y donde se encuentra?. En un universo dominado por el poder del hombre que dirigía los biológico, la producción y la procreación. Por tanto, ¿Qué desea una mujer?. Para el psicoanálisis siempre ha sido un más allá.

¿Satisface su deseo el discurso feminista, científico o las leyes?. La ciencia ha suplantado a la religión. El control sobre el cuerpo en forma de modas, el control de la maternidad, la oferta de igualdad de trabajo, para acabar trabajando el doble, se ha erigido en un nuevo amo de la mujer. ¿De qué manera está afectando a la subjetividad femenina?. El feminismo en sus avances, se le critica el hecho de que no supo negociar el papel de la mujer negra, la latina o la judía; no digamos de las lesbianas. Estas últimas van más allá del sexo, no es una mujer, ni económica, ni ideológicamente hablando. ¿Qué será de los hijos adoptados por sujetos homosexuales o lesbianas ?.

¿Qué puede hacer el psicoanálisis con la declinación del padre?.  No tenemos como misión variar los deseos, ni educarlos, ni adoctrinarlos. Tan solo podremos ofrecer al analizante adolescente y siempre a través de su propia novela, de su propia vida, de sus síntomas, afirmar: Esta fue tu madre y este tu padre. Esto es lo que recibiste y por tanto esto es lo que tú eres. Asúmelo.

Sólo cuando el sujeto asuma su alienación estará en condiciones de que se produzca una separación.

 

 

Isidro Rebollo Conejo

Girona 1 de julio de 1999


 

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[1] Max Graf formaba parte del grupo de los miércoles.

[2] El narcisismo de los padres no duda en continuarse a través de los hijos.  Ofrecemos  nuestra experiencia con el fin de evitarles que tengan la propia. Invitamos a que elijan profesiones de las cuales nos ven quejarnos continuamente al llegar a casa. Vivimos en un continuo olvido de nuestro pasado practicando la doble moral respecto a ellos.

[3] Julien, Ph.: El manto de Noe, Ensayo sobre la paternidad, Alianza editorial. 

[4] Kafka se ve impotente ante tanto padre, Kierkegaard el hijo obediente y melancólico. Freud y su herencia judía.

Liberman, A.: La nostalgia del padre, Ensayo sobre el derrumbe de la certeza paterna, Temas de hoy.

[5] Hölderlin lucha entre los deseos maternos y los paternos, busca un padre a través de la ley y lo encuentra en su poesía. Conoce a Shiller quien será su punto de mira, figura parental con el que se enfrentará más tarde. Este momento álgido coincidirá con su psicosis.

 Laplanche, J.: Hölderlin y el problema del padre, Ed. Corregidor 

[6] La no existencia de padre en la familia no presupone su falta en el complejo, pero para que las cosas marchen bien, debe de funcionar.

"No hay cuestión de Edipo si no hay padre; a la inversa, hablar de Edipo es introducir como esencial la función del padre".

J. Lacan: Las formaciones del inconsciente,  Seminario  15 de enero.

[7] Un rabino preguntaba si se podría asegurar  la paternidad, aunque fuera a costa de aislar a la pareja encerrando a ambos en una prisión, a lo que el interlocutor contesta:  Siempre hay un carcelero. 

[8] J. Lacan: Función y Campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis, Escritos I, pp. 97-98

[9] Leclaire, S.: Para una teoría general del complejo de Edipo, Seminarios de Vicennes, 1969. Ed. Nueva Visión. B.Aires.

[10] J. Lacan: Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología, 1950. Ed. Homo Sapiens, B.Aires, 1978, pp. 28-29

[11] Ferrer, N.: Una fórmula para el fantasma perverso, Apertura, Cuadernos de psicoanálisis, nº 2 2, Ed.  Serbal, S.A. Barcelona, 1987).

[12] J. Lacan: Seminario III, Las Psicosis, ed. Paidós. 

[13] "Sobre lo que queremos insistir es sobre el hecho de que no sólo convendría ocuparse de la manera en que se adviene la madre a la persona del padre, sino del caso que hace de su palabra; dicho con claridad, de su autoridad; en otros términos, del lugar que ella reserva al Nombre-del-Padre en la promoción de la ley."

    J.Lacan: "De una cuestión preliminar a todo tratamiento de la psicosis.                  Escritos, p. 579

[14] Este hijo deseado con tanto ardor, cuando llega, es decir, cuando la demanda se cumple, crea para la madre su propia decepción: he aquí, pues, a ese ser de carne, pero separado de ella, ahora bien, en un nivel inconsciente la madre soñaba con una especie de fusión: Y a partir de este momento, con este hijo separado de ella, intentará reconstruir su sueño. A este niño de carne va a superponerse una imagen fantasmática cuyo papel será reducir la decepción fundamental de la madr

    M. Mannoni.: El niño enfermo y su madre, Paris, Seuil, 1964, pp. 66/67

 

[15] Lo que se intenta anunciar es la necesidad, de la existencia de un deseo que provenga de un padre y a ser posible que éste no sea anónimo.

J. Lacan: Dos notas sobre el niño, en Intervenciones y Textos 2, p. 56,  Ed. Manantial.

 

"¿Deberá alcanzarlos la práctica, que tal vez algún día tendrá la fuerza de la costumbre, de inseminar artificialmente a las mujeres en sedición fálica con el esperma de un gran hombre, para que saquemos de nosotros mismos sobre la función paternal un veredicto??

           J. Lacan: Subversión del sujeto y dialéctica del deseo... Escritos II, p.792. S.XXI

[16] Al nombrar al amo, no nos referimos a una persona en especial, es un discurso, un tipo de relación que crea lazos sociales. En este caso nos referimos a la ciencia  ocupando este lugar de amo. Ciencia que crea necesidades que para nada colman el deseo del sujeto. Se trata de esa necesidad de consumir y las consecuentes patologías del consumo. Se trata de la ciencia como lugar del saber, saber que tapona e  impide  el discurso, la palabra.

Lacan : El mito individual del neurótico, 1953. Ver también  sobre Hegel  "Dialéctica del amo y el esclavo", en J. Lacan:  Seminario I ,"Los escritos técnicos de Freud" (9 junio de 1954)

[17]  Mary Wollstonecraft, reivindicaba los derechos de la mujer en el siglo XVIII, época en al cual las ideas de Locke, Rousseau o Kant prevenían del peligro de las mujeres, una prueba más de que la verdad o la igualdad no es patrimonio del saber. Mary, se enfrenta a los prejuicios sociales. Se enamora del vividor Imlay que más tarde la abandona. La otrora fuerte, segura, luchadora, llora, se arrastra, le implora.  Cuando posteriormente, fruto de una segunda relación nace una hija Mary profetiza el destino humano de las mujeres: 

"Me angustia pensar en la dependiente condición de su sexo". Fanny, su hija, se suicida 22 años después de manera parecida a como lo intentó su madre, con láudano. 

 

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