Género, el cuerpo como
traje que oculta al Otro. Cuerpo y significante están soldados.
Aunque la sociedad actúe como Procusto el ático, quien adaptaba a los sujetos según sus gustos al lecho que ofrecía, o bien cortaba miembros al que sobresalía del catre o estiraba con poleas al que no llegaba.
No
sabemos qué pretendía Procusto pero sí debemos reparar en lo que la sociedad y
su poder ofrece tan democráticamente al sujeto.
Todo lo
que hay que hacer para definirse respecto al enigma del sexo y no se atrevió a
preguntar. Sobre cambios de género y leyes.
Se vierte tinta sobre hechos puntuales ocurridos en años relativamente cercanos respecto a la permisividad de ciertas leyes en algunos países a la hora de permitir a adolescentes decidir sobre su cambio de género[1] ¿Es lícito desde la clínica permitir que sujetos decidan amparados exclusivamente por las leyes?
En algunas clínicas,
dice el artículo, (Tavistock Clínic)
se prescriben bloqueadores de la pubertad, testosterona, para luego pasar a
mastectomía bilateral (caso Keira Bell de 15 años). Desde esta clínica
algunos especialistas denunciaron los hechos, ya que posteriormente, con 24
años, llegó la queja por la falta de atención ante lo irreparable. Por tanto,
se invitó a los médicos según sentencia, a solicitar permiso a un tribunal.
El psicoanálisis no debe caer en posturas vanguardistas, progresistas ni conservadoras… Tenemos un cuerpo, pero no somos en exclusiva, un cuerpo. Afirmamos que es nuestro soporte de fantasías, deseos, ideales, identificaciones, que están sujetos al designio del Otro. Decimos que no hay cuerpo ni sujeto sin Otro y nos cuestionamos si el sujeto es libre para decidir por sí mismo.
La
subjetividad de la época. La
feminización del mundo. Las diversidades no son nada más que la búsqueda
particular del goce imposible.
Históricamente
recapitulamos sobre un concepto en el momento en que éste entra en crisis.
Posiblemente la mejor ocasión.[2]
Las modalidades de goce
individual denuncian insuficiencia. Hasta el momento restringidas al binario
masculino-femenino incluyendo la elección homosexual de objeto –dejando por el
momento a un lado el campo perverso- alzan sus gritos en pro de salidas
particulares respecto a la modalidad de elección de dicho goce no aclaradas por
la sociedad ni por la ley. Movimientos sociales denuncian que esto no es
suficiente y que lo binario en el campo sexual no representa a todos.
Somos testigos de que la represión antigua, al menos en occidente, está en horas bajas. El Nombre-del-Padre y las referencias falocéntricas invitaban a una lógica con dos salidas socialmente opuestas. Lacan abre la puerta a una lógica del No-todo para dar luz al goce femenino, Goce no fálico fácilmente reconocible en la mística.
Feminización como globalización.
Jacques-Alain
Miller en Los usos del
lapso, afirma que “entramos en la gran época de la
feminización del mundo” [3]
“¿Deberá alcanzarnos la práctica, que tal vez
algún día tendrá la fuerza de la costumbre, de inseminar artificialmente a las
mujeres en sedición fálica con el esperma de un gran hombre, para que saquemos
de nosotros mismos sobre la función paternal un veredicto? [4]
Es decir: ¿La pregunta
sobre lo femenino, las avalanchas de variedades de goce encontrarán respuesta
en este devenir? ¿La salida no será otra pregunta? ¿Podemos como psicoanalistas
verter luces? Quiero decir: ¿No estamos ante las mismas cuestiones de siempre
respecto al sexo? Nuestro discurso plantea la imposibilidad de relación sexual
(más allá de que se practica) y las consecuencias que ello acarrea sobre el
cuerpo, el significante y el límite impuesto por el goce.
Las
diversidades. Más allá de lo femenino-masculino.
El No-Todo femenino es el ariete que derriba puertas. Más allá del
falo, del campo de lo masculino-femenino, se promueven infinitud de salidas LGBTTTI, (lesbianas, gais, bisexuales,
transexuales, travestis, transgénero e intersexo)
La subjetividad de la
época ha generado variedad de lugares identitarios que han acabado por
aglutinarse bajo el concepto de transgénero donde caben transexuales
masculinos, femeninos, travestis, crossdressers,
drag, she-males, butch dykes…
Propuestas que nos llevan al infinito.[5]
La angustia sabemos que es generadora situaciones fóbicas. Ilusoriamente
algunos nombran desde el latín o el griego ingente cantidad de fobias.
Nombrarlas individualmente es como aquellos que, al señalar a la luna, miran el
dedo, tan parecido a la guía de restaurantes o el arte de cocinar. Por igual,
al aparecer ese más allá del falo hace aflorar un sinfín de identidades
sexuales atomizadas, posiblemente no tan dispares: LGTBITTTQ
“Q” A ellos se apunta el término queer que identifica a otras minorías. “Queer”, en inglés, es raro, extraño, marica; sujetos situados en los límites del movimiento homosexual que luchan contra la reducción sexual social. El término “Queer Teory” fue originario de Teresa de Lauretis y adoptado por Judith Butler (1990) Queer retoma un discurso que va más allá del feminismo. Es una propuesta que aparece en los años 60 en EE.UU. y pretende distanciarse de lo binario hombre-mujer y de los procesos de identidad de género. Su oferta es el transgénero [6] (para ir más allá de una construcción socio-cultural, es también fruto del lenguaje. Dicha teoría se apoya en la particularidad de cada goce lejos de los planteados, fuera de toda norma de género, la particularidad, muy del caso por caso)
Por igual todas las anteriores siglas no son otra cosa que referencias a la imposibilidad y el acceso a goces particulares. El Dorado es la búsqueda del ideal perdido de las identificaciones (que ahora fracasan) Una de las consecuencias será ofrecer al mercado sus cuerpos para ejecutar lo que el significante, la palabra silenciada, no puede formular. Las leyes, la ética, la medicina, los nuevos amos vienen a recoger sus frutos ante el desaguisado. Pero cuerpo y el significante están soldados, no por tocar el cuerpo con el bisturí, no por regar los circuitos sanguíneos con hormonas, habremos solucionado el enigma, ni por dictar nuevas leyes olvidaremos que el sujeto es un sujeto de desconocimiento. Es cierto que hay situaciones particulares que no han recurrido a la cirugía. La renuncia a lo binario se ha incrementado sorpresivamente. Hay una subjetividad que se llama diferente y que reclama un goce particular alejado de las referencias al uso.
¿Es libre realmente el sujeto?
La experiencia del
deseo se escapa a la percepción del sujeto deseante. Nota sus efectos, su
empuje, pero realmente el deseo va por libre: “el deseo es articulado, pero no
articulable en el lenguaje” [7] quiere decir que el sujeto no es capaz
de nombrar su deseo, ni su objeto. El fantasma
viene desde el inconsciente a movilizar tal deseo, por eso está fuera del
alcance del sujeto, del yo, aunque lo niegue con su presumido: ¡Yo controlo!
Por contrapartida el
superyó desde la no-castración prescribe el imperativo: ¡Goza! Tal es la orden imposible de satisfacer y que
está como tal en el origen de todo lo que se elabora con la expresión de
conciencia moral, por paradójico que pueda parecerles[8]
El Super-Yo en Freud venía representado en la interdicción, la culpa, la obligación, la ética, la moral… unidades que definían al Otro, los semblantes del Otro. El Super-Yo lacaniano invita al ¡Goza! paradigma de la situación actual.
Razones del incremento.
Debemos remontarnos a
Aristóteles y su lógica de clase y atributos. La misma resume en función de la
presencia o ausencia de órgano la clase macho y clase hembra. Reducción hoy
simplista cuando sabemos que cada momento histórico conlleva una manera particular
de vivir la esfera pulsional: Grecia, Roma…Viena, épocas y lugares lo reflejan.
M. Foucault nos remite
al mundo grecorromano y su sexualidad definidas por la oposición
actividad-pasividad. Más tarde, hacia el XVIII, el desarrollo de las ciencias y
sus discursos… medicina, psiquiatría, pedagogía nos abren nuevos campos, eso sí
desde la anormalidad clínica, enviando lo particular de algunos al baúl de la
perversión.
La cultura fálica ha perdido su lugar de antaño. Hay un vacío de represión y todo en apariencia parece permitido (Si Dios no existe, todo está permitido, le hace decir Fiodor Dostoievsky a uno de los hermanos Karamazov, o desde el nihilismo de Nietzsche) Ello ha posibilitado lo que llamamos liberación femenina y el paso de lo binario dominado por el Nombre-del-Padre gira a la diversidad más radical: La feminización del mundo.
La ley del padre.
El campo freudiano
refleja la sociedad prohibitiva, moral victoriana, interdictiva con el deseo.
La sociedad permisiva actual insertada en el capitalismo invita al sujeto a ser
dueño de sus creencias. La “muerte de
Dios” y la del Padre solo ocultan la castración.[9]
Lacan pregona la
inexistencia del Otro que conduce al sujeto a buscar el plus de goce. Diversificación
de los Nombres-del-Padre. Vivir en la
época del Nombre-del-Padre, es vivir
en la existencia del Otro, sus promesas, sus reglas. Hecho este que nos hace
viajar desde la sociedad del deseo a la civilización del goce.
Sí, momento histórico
donde la ciencia y el capitalismo prometen el nada es imposible (un rechazo a
la castración) Nuevos dioses invitan a ir más allá del hombre y mujer bíblicos.
Si antes era el Nombre-del-Padre la
garantía, el representante de la ley, no la ley, hoy notamos su ausencia, su declive.
Ello se presentifica en sujetos desorientados alejados de cuestionamientos al
Otro: La falla de lo simbólico aparece en lo Real.
La ciencia quiere
erigirse en ley que legisle lo Real. Si hasta ahora la diferencia sexual era
fruto de una ley controlada por el Nombre-del-Padre,
en estos momentos puede ser contrariada y puesta en tela de juicio. El goce y
sus variantes parece permitido. Ya viviremos nuevas fronteras.
Los entes
jurídico-médicos autorizan el cambio de sexo en el cuerpo como un acto de
libertad del individuo antes constreñido al hecho binario.
Las sucesivas épocas
son lugares de repetición. Lacan insiste en diferenciar sexo de sexualidad.
Esta es la suma de prácticas discursivas que intentan domesticar y neutralizar
al “sexo”, mientras que éste es algo traumático que escapa, un interrogante
para todos. La sexualidad como forma de control “el dispositivo de la sexualidad”. Una práctica discursiva
relacionada con el saber como forma de control social. Es la presencia y la
efectividad de los discursos afectando al cuerpo de los seres humanos
indicándoles cuáles son las modalidades de goce. El significante atraviesa el
cuerpo. El verbo se hace carne.[10]
La sexualidad (era)
controlada bajo el panóptico de la confesión, la salud, la culpa, el proyecto
vital… gracias a la ayuda de la familia, la iglesia, la educación y cómo no del
poder médico-psicológico. Ellos crean la norma y lo correcto, el deseo
unificado, café para todos.
Hoy se pide a través
del cuerpo solucionar la cuestión, el interrogante del sujeto. Por desgracia la
subjetividad actual invita a participar a la ciencia para solucionar la duda. El
cirujano ofrece como amo la cosmética sexual, invaginaciones, orquiectomía y penectomía, fabricación
de senos, reconstrucción del rostro, hormonización…
La palabra deja su
espacio al cuerpo y el goce encuentra su expresión. Así, tanto el sujeto y el
momento definen la manera de gozar. En
la actualidad observamos que hemos pasado de una clínica de las ideas, con sus
crisis, a una clínica del cuerpo: De lo simbólico a lo Real.
Ante la pregunta por el
sexo biológico nace la disforia de género, el desconcierto general. Observamos
el surgimiento potente del fenómeno “trans”. Podemos sumar al caldo todos los
movimientos feministas, el problema laboral-económico y la presencia del
derecho o la ética.
Para no caer en esta añagaza
queremos ir más allá del género, preferimos hablar de sexuación. El género no
representa hoy día otra cosa que el grito social al problema de la no relación
sexual.
Así
como actúa la cultura sobre la naturaleza, el género pretende dominar al sexo. Identidad
de género.
Debemos al médico
neo-zelandés Jonhn Money, hacia 1955, el uso por primera vez de la noción de
género (gender role) [11] Al
estudiar casos de hermafroditismo observó que el término sexo estaba mal
referenciado. Destacó que más allá de la biología, el deseo parental jugaba un
papel crucial en su asunción. Por tanto, la educación regía a veces sobre la
anatomía. Este proceso fue denominado “identidad
de género” y era esencial en los primeros tres años de vida.
Similar es lo expuesto
por Stoller[12];
éste destaca la primacía del deseo parental sobre la biología. Señala que más
allá de ambigüedades anatómicas, hormonales, genéticas… encontramos el deseo de
los padres.
Siguiendo la línea,
encontramos referencias desde lo más biológico al control social. Respecto a lo
primero, Richard Von Krafft-Ebing y Havelock Ellis consideraban lo sexual
ligado a lo biológico dentro de la oposición activo-pasivo que definía al
hombre y mujer.
Respecto a lo segundo, Foucault (1976)
afirmando que la sexualidad está controlada por los dispositivos históricos y
de poder. Es decir, estrategias de control social: “el conjunto de los efectos
producidos en los cuerpos -la intensificación del cuerpo-, como objeto de saber
y como elemento en las relaciones de poder; los comportamientos y las
relaciones sociales por cierto dispositivo dependiente de una tecnología
política compleja, una política del cuerpo. Este complot político incide en los
ámbitos simbólicos de cada cultura facilitando la regulación del cuerpo” [13]
Más aportaciones como las de Pierre Boudieu,
partidario de abordar el tema estudiando los comportamientos y discursos
falocéntricos y androcétricos que acabarán, según su criterio, por dominar a la
mujer[14]
Laplanche[15] agrega
y da prioridad más allá de las cuestiones físicas a las determinaciones
fantasmáticas. Una manera de decir que el sexo se define por el goce (según él,
placer sexual)
Freud en “Psicología de
las masas y análisis del yo” (1921) nos sugiere la idea de que el significante
ligado al género importa en la elección del objeto, en la manera de gozar. Para
ello diferenciará la sexualidad de la genitalidad. Lo sexual tiene que ver con
el goce más allá de la procreación. Por tanto, puede ser orientada lejos de la
idea de diferencia de sexos. En un inicio el falo será el pivote sobre el que
gira la sexualidad para luego pasar a la elección de objeto.
“... la masculinidad y feminidad
puras siguen siendo construcciones teóricas de contenido incierto.”[16]
Afirma Freud que la
libido tiene naturaleza masculina. La identidad se construye por medio de la
identificación. La pregunta por el deseo materno da una pista al por qué la
diferencia de sexos. Si ella desea es que algo le falta, este algo lo tiene el
hombre que participará activamente en el deseo de la madre. La madre consta
como primer referente en todos los sentidos. Se identifica al padre como modelo y se le
elije como objeto. Es decir, hay diferencia entre identificación al padre y
elección de éste como objeto sexual. Esta identificación es anterior a la
elección del objeto y la unión deberá disolverse con la angustia de castración:
Pene y vagina son priorizados.
Lo que parece evidente es que este proceso corresponde al núcleo familiar, social o cultural. El sujeto se ve confrontado con la idea de que todo (dos sexos) no se puede tener. La diferencia sexual insiste en que vayas hacia uno u otro lado sin que la anatomía sea definitoria.
Género,
sexo, sexualidad… sexuación.
Por consiguiente, hablamos
de género al referirnos a la acción socio-cultural que se organiza y surge de
la diferencia sexual. Cada cultura ofrece al cuerpo del sujeto distinciones en
las diferentes esferas de la vida. Sexo, género y sexualidad no van al unísono.
Sexo es biología, género es identidad sexual derivada de la presión social y
sexualidad es conjunto de prácticas para dominar al sexo…práctica discursiva. Sexuación
es el proceso estructural de la particularidad de cada sujeto respecto a su
elección de goce. La identidad siempre será subjetiva: Caso por caso.
Más allá de la biología
y sus sinergias es necesaria una “asunción” del sexo que vendrá propiciado por
el significante fálico que regulará su goce más allá de identificaciones. A
ello lo definimos como el enfrentamiento del sujeto con la castración y la
necesidad de apaciguar goce y deseo.
En definitiva, la identidad
sexual no viene como pan bajo el brazo incorporada al sujeto, debe construirse.
Identidad de género e identidad sexual suenan parecido, mientras que la
sexuación es particularidad.
Hemos llegado a actuar
sobre el cuerpo a través del género, producir cuerpos sexuales con la ayuda de
prótesis, cosméticos, anatomías hormonadas. Así el género es un instrumento al
servicio del poder y quien decide cómo dar respuesta a la pregunta binaria.
Estudios feministas y de género.
El tema se complicó con las
reivindicaciones del colectivo femenino y feminista. El argumento femenino viene a afirmar: Los hombres sois indigentes para dar una respuesta que nos resulte
satisfactoria, aunque sois un recurso para saber del deseo de otras mujeres
(deseo histérico)
Yo prefiero repetir
desde su estrado, sí, es cierto: “El Falo es una cosa demasiado seria para
dejar su uso a criaturas estúpidas como los hombres.” [17]
Un malestar relacionado
con la sexualidad, la maternidad, el trabajo de los años 70. Llegaron las tecnologías reproductivas en los
90, con el aborto, el techo de cristal. El tiempo confirmó que la maternidad
era algo más complejo. Nuevas subjetividades femeninas apoyadas por textos
procedentes de Juliet Michell, Luce Irigaray, Sara Koffman…
El psicoanálisis sufrió
en sus carnes estas reivindicaciones femeninas desde el punto de vista teórico
y de oposición a Freud respecto a lo fálico y la castración. La comunidad
psicoanalítica se dividió en dos bandos diferenciados: Karen Horney, Melanie
Klein y Ernest Jones, Helen Deutsch, Jeanne Lampl-de Groot, Ruth Mack.
Otros, como Marie Bonaparte en liza con el rol del falo en la mujer y la envidia del pene, y en particular ella, con el tema de la “oscuridad sobre el órgano vaginal” [18]
La sexualidad.
Con Freud nace una
nueva óptica respecto a la sexualidad. Pone énfasis en que no es biología, no
es instinto, sino perversa, dependiente del goce del otro. Perversión infantil.
La perversión no es una desviación de la supuesta norma, es someterse al goce
del Otro. La neurosis querrá negarla para que solo reste una sexualidad inmaculada.
Afirma Eric Laurent
que, si hay algo que no se le perdonó a Freud, es que “hizo del perverso el
prójimo del neurótico y del neurótico, un perverso honorable”. [19]
¿Qué ha pasado con el Falo? ¿Qué es el falo: órgano o significante?
El falo, en línea con
Lacan, es el significante del deseo. Da salida a la dialéctica freudiana
falo-castrado que en definitiva definirían posicionarse o identificarse como
hombre o mujer. Nos posiciona frente al otro sexo en relación al goce.[20]
Hablemos de la función
del falo en la lógica de la diferencia sexual. Decimos que el psicoanálisis es
la teoría de la falta y este elemento, el falo, es el organizador de la
sexualidad. Lo que cuenta no es la cosita, el órgano (pene) sino la
representación de la cosa (falo)
La libido es fálica, masculina,
independiente de su anatomía. Aunque ella, la mujer, no tenga pene, no deja de
estar referenciada por el significante fálico y con la castración. La
observación de la vagina nos remite a la falta: ¡Aquí falta algo!, cuando obviamente no falta nada: Es la presencia de una ausencia. Y lo
que falta está en el otro. Por tanto, entre falta y presencia debe de haber una
relación, que pone en marcha sus deseos incluido el del sujeto que se
cuestiona, que se pregunta cómo formar parte de ese deseo. Es la pregunta
problemática sobre la diferencia de sexos.
El falo impone al sujeto negociar su identidad sexual respecto a este significante. Presente o ausente, en torno a él se organiza el complejo de castración.
Situemos
tres conceptos respecto del falo: Falo Imaginario, Simbólico y Real.
El
falo Imaginario es lo percibido por el infans,
objeto de deseo para la madre (que evidentemente no es él) y el lugar que
desearía ocupar para completarla. Es el inicio del Complejo de Edipo y la Ley
paterna.
Diferenciamos para
entenderlo al falo Imaginario como representación psíquica inconsciente y como
resultado de tres factores:
- Anatómico.- Es
apéndice con pregnancia táctil y visual. San Agustín destacaba su autonomía respecto
a la erección o flacidez.
- Libidinal.- Como zona
de carga localizada en él.
- Fantasmático.- Angustia por su posible pérdida, por su mutilación.
El
falo Real podemos limitarlo al órgano, pene, origen y descubrimiento de su
sexualidad. Por su parte, el falo Simbólico es el significante de la ausencia,
significante del deseo del Otro. El deseo es falta (teoría de la falta). Hombres
y mujeres incompletos al perder a su primer Otro (inicialmente la madre). El
falo simbólico como valor de objeto separable del cuerpo, intercambiable,
sustituible. Patrón simbólico de la castración. Límite al goce respecto a la
madre.
Falo
es el significante de la carencia de ser, de la castración, de la
imposibilidad, de la impotencia.
Dos
posiciones se presentan ante la función fálica: La del hombre que quiere tener
el falo y la de la mujer que querrá encarnarlo para él (Ser y tener). «mujer
falo no indica una identificación sino un lugar, el del complemento del deseo
masculino».[21]
No es el
deseo de un objeto que me llene, sino deseo de ser el objeto del deseo del
Otro, deseo de reconocimiento (Amo y esclavo en Hegel). Esto funciona en los
dos sexos. La madre como gran Otro de los dos, la mujer será más tarde la
referencia simbólica.
El falo cuestiona por el deseo de la madre. El padre (con falo) posee la clave del enigma. Ambos, hombre y mujer parten de la misma referencia respecto al falo como significante de la sexuación. No obstante, la función sexual de la mujer no queda limitada a este significante. Ella es No-toda fálica.
Críticas al falo.
Hay no obstante una
acusación de falocracia y misoginia hacia el psicoanálisis. Decir que faliciza
y patriarcaliza todo, es matar al mensajero por ser portador de malas noticias.
Esta centralización
fálica hace que clínicos como D. Bleichmar ponga de relieve en actitud crítica,
que ha sido la observación de teóricos varones quienes han opinado sobre las
situaciones como el amamantamiento. Para ella una observación sesgada. [22]
“Decimos
que la sexuación depende del significante fálico, pero también de cómo se
posiciona el sujeto respecto de dicho significante y más aún del consentimiento
o refutación del mismo. Esta perspectiva, esta vinculación que hace Lacan entre
el sujeto y el falo en términos de aceptación o rechazo le permite hablar de la
sexuación como de una elección que, más allá de las identificaciones
imaginarias y simbólicas, pone en juego la insondable decisión del ser en
cuanto al goce”.[23]
Borges
se burlaba de que 22 jugadores corrieran absurdamente tras una pelota. ¿Por qué
no les dan una a cada uno? Pues porque la pelota es el significante
estructural, quien la controla domina el partido, puedes perderla, robarla,
jugarla, echarla fuera… La pelota y su destino es el significante que atrapa al
“aficionado” y decide el encuentro… que gane o pierda mi equipo, mi ideal.
El Complejo de Edipo es la respuesta a
cómo mis padres solucionaron sus dilemas sexuales.
Este
Edipo hay que alejarlo de la patología, de la fenomenología. Es algo cultural, nada
subjetivo, que propiciará lo que anunciamos como la diferencia de los sexos y
la necesidad de exclusión del sujeto del seno de esa pareja. Imperativo: No desearás a tu madre (al hijo) No
reintegrarás tu producto (a la madre)
Buscamos
el objeto sexual y un acto hacia dónde encaminar la pulsión. Este objeto no
viene determinado, no hay norma. No nos confundamos, no es cierto que el varón
busque a la mujer y viceversa. Al referirnos a dicho complejo nos cuestionamos qué
pasa con la relación sexual.
El sujeto
se orienta y se decide en la unión del cuerpo y el goce. La idea de un goce
infinito suena a quimera que insiste de forma apasionada preguntando por la
razón de la falta de saber sobre el goce.
¿Cómo
se organizó mi padre respecto al objeto perdido, lo buscó en la mujer, en la
madre, y ella lo buscó en el hombre? No hablamos de la figura de la madre o el
padre, sino del deseo de cada uno de ellos. Si Freud propone el deseo del niño
por la madre, Lacan dice el deseo de la madre por el niño.
Edipo
es una estructura presente en todo individuo que viene a plantear dos
cuestiones:
-
Que el complejo de castración constituya una
estructura universal.
- Que los dos componentes del Complejo de Edipo (muerte del padre y fusión con la madre) se impliquen mutuamente.
Es decir que para
sexualizarnos, para constituirnos sexualmente necesitaremos de dos momentos:
- Que en
nosotros nazca un deseo fruto de una prohibición (papel del padre y madre)
- Una prohibición que nos aleje del goce mortífero (Nombre-del-Padre y Empuje a la Mujer)
Ante estos
cuestionamientos nos planteamos:
-
La función del padre. ¿Qué es un padre? Nos
remitimos a Lacan.
- El problema de convertirse en mujer. ¿Qué quiere la mujer? Siguiendo a Freud.
El
Edipo no es otra cosa que la pregunta del sujeto sobre cómo resolvieron mis
padres el problema del sexo. Su necesario atravesamiento tiene que ver con la
castración simbólica, su pivote, producirá diversas opciones subjetivas, pero
siempre con el estigma de la falta, de la incompletud en forma de elección hombre
o mujer… más allá de su herencia biológica: La anatomía no es el destino. El
destino lo decide la salida del Edipo y la consecuente castración.
Todo
esto a nivel subjetivo para decidir cuál es el lugar que quiero ocupar ante la
pregunta por el sexo. Antes parece que la opción era binaria, (salvo el goce
femenino) hoy en día lo binario no es suficiente.
Lacan
en el Seminario 1, Los escritos técnicos de Freud, afirma: “La prenda del
análisis no es sino reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las
relaciones simbólicas que cubre todo el campo de las relaciones humanas, y cuya
célula inicial es el complejo de Edipo, donde se decide la asunción del sexo”. [24]
La
castración y la cuestión de tener o no tener.
Situarse como varón o hembra tiene conexión
directa con el hecho de simbolizar la ley y la castración. La identidad sexual
está sujeta por una parte a lo real de nuestra anatomía sexual y por otra a un
proceso psíquico ligado a avatares en relación al sujeto y al falo.
El goce es la medida más probable de desorden psíquico. La
castración introduce una medida de orden (el orden fálico) Hay un
desplazamiento significativo del falo: ser o no ser el falo de la madre. Ni el padre
es el falo, sólo lo tiene y tener el órgano no es ninguna suerte, es poder
perderlo. Tenerlo o no tenerlo, de todas maneras, es no serlo.
El padre aparece como quien
tiene derecho respecto al deseo de la madre. La imagen del padre confronta al
sujeto con la castración. Este padre real, pasa a ser imaginario y molesto,
prohíbe y frustra. Es el interdictor.
La histérica desafía al hombre para que
demuestre con pruebas que realmente lo es (como desafío hacia la virilidad del
padre). Pone el listón muy alto. Algunos ilusos interpretan que busca el pene,
pero ella les aclara la diferencia entre pene y falo.
Algo similar ocurre en la mujer homosexual,
aunque ella no lo espera recibir en la relación heterosexual, no obstante, sabe
dónde se encuentra lo que no tiene, Su padre nunca dio pruebas de ello al no
ofrecer muestras de amor a la madre. Le dice al hombre que ella es capaz de dar
lo que ellos, por carecer, no pueden ofrecer a una mujer (por estar castrados)
y dirige su grito a las otras: “Yo puedo
colmar vuestras faltas”
El travesti se esconde detrás del velo, no haciendo de mujer, sino ocultando el falo que debería tener. Su goce transita y se nutre de la mirada del otro.
¿Entonces
no hay referencias biológicas?
La pregunta por el padre inicia el camino de la sexuación, la posición sexuada, la femineidad y la masculinidad. Hay una operación lógica, es la castración o la metáfora paterna y su artífice es el padre. Vemos un avance gracias al padre y un retroceder al seno materno obra de la madre (el capricho sin ley de la madre) En este sentido Philippe Julien en “El Manto de Noé” [25] nos hace reflexionar sobre las tres funciones paternas: el padre como nombre, el padre como imagen y el hombre de una mujer. El padre como nombre está amparado por la madre. Ocupa un lugar en el gran Otro: “No hay verdadera autoridad paterna sino aquella que se recibe de una mujer” susceptible de admiración y que nivele y contrapese el deseo de la madre. Como hombre de una mujer, el padre Real, no el genitor, ha posibilitado la figura de una madre como deseante y gozante. Hecho éste que cuestionará al sujeto sobre qué es un padre y una madre. ¿Cómo resolvieron ellos “sus asuntos” qué les une, por qué se buscan?
“Il n’y ha pas de rapport sexual”. La
relación sexual no existe.
¿Realmente hay dos sexos o no hay diferencia
sexual? No tratamos de abordar el tema desde la diferencia de sexos ni sus
luchas sociales. Esto se aleja de referencias machistas,
patriarcales…imposiciones parentales. Manifestamos que hay un proceso que atraviesa
todo lo relacionado con la identidad sexual debido al hecho de que la
sexualidad se manifiesta de manera traumática, insatisfecha, turbia, nerviosa.
Hay algo en lo real del sexo que no ceja de insistir. No hay programa, manual,
ni norma optimizado para el sexo. Por eso siempre fracasará la educación
sexual. Se puede instruir, no educar el deseo, éste es inadoctrinable. Nada
biológico, nada cultural funciona. Cada uno particularmente debe buscar su
salida.
Platón habla de tres sexos desde la
simplicidad: macho, hembra y andrógino.
El Génesis simplifica las cosas: Macho-hembra (No son Adán y Eva, sino isch-ischa,
es decir: hombre-hombra). Ella nacida de una costilla. Pero a pesar de todo no
están hechos para andar juntos en lo relativo a relación sexual y cuando
pretendieron saber sobre el goce fueron expulsados. Y del querer saber surgió
la culpa y el pecado.
Existe lo masculino, lo femenino y algo más: la
broma belga que comenta Slavoj Zizej: “Hay tres tipos de personas, las que
saben contar y las que no saben” Por tanto hay tres sexos: masculino y
femenino.[26]
Es decir, dos y algo más que ahora es “la
broma “… pero no es para reírse. Hombre, mujer y el Otro.
Ella y él se prometen: “Yo soy lo que le falta a tu goce” y el otro sueña con ello, pero lo
que encuentra es que mi goce de tu cuerpo no es tu goce del mío. Woody Allen
viene a sumarse: “El hombre y la mujer en
el sexo quieren cosas diferentes. Y no se lo perdonan”.
Muy a pesar de esto, el discurso religioso
piensa que la relación existe y encuentra su razón de ser en la reproducción.
Coinciden saber y verdad. La ciencia médica opina que hay relación entre su
saber y la verdad. Los sexos son complementarios y sujetos a su práctica para
normalizarlos en caso de duda. Desde el psicoanálisis entre saber y verdad hay
una distancia y la sexuación nos indica el posible recorrido, siempre
particular y no sujeto a normas. Sí hay acciones entre los sexos, hay
encuentros, hay contacto… pero no hay complemento armónico ni convergencias,
motivado por el hecho de que la relación es entre dos conceptos: el falo y la falta.
No hay dependencia entre la sexuación y la diferencia anatómica. La diferencia
viene marcada por la lógica fálica. Un sujeto biológicamente varón puede
identificarse con la mujer en cuanto género. El género no traiciona, la
biología sí. Freud dirimía esta diferencia aportando la lógica de falo-castrado
ya que no hay inscripción del genital femenino en el inconsciente.
“No
hay relación sexual” es afirmar la falta de complementariedad
entre sexos. No disponemos de material para definir simbólicamente qué es un hombre
y qué es la mujer. Esto no pasa por creerse o posicionarse en un lugar u otro: “No
se trata aquí de marcar el significante-hombre como distinto del
significante-mujer y llamar a uno x y
al otro y, porque la cuestión es
justamente esa: ¿cómo nos distinguimos? Por esa razón coloco esta x en el sitio del agujero que hago en el significante.[27]
“La
identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer, sino en tener en
cuenta que hay mujeres, para el muchacho, que hay hombres, para la muchacha (…)
Para los hombres, la muchacha es el falo, y es lo que los castra. Para las
mujeres, el muchacho es la misma cosa, el falo, y esto es lo que las castra
también porque ellas solo consiguen un pene, y que es fallido.[28]
¿Qué hacemos para diferenciarnos? Lacan ante las formulas de la sexuación, se refirió a “los valores sexuales producidos por el discurso” En el Seminario Aún, pregona que si hay hombre y mujer es por asunto del lenguaje. Es decir, que para responder al vacío estructural, necesitamos del lenguaje, de la palabra que sustituirá al Goce ¿Entonces, el goce lo decide el género? No hay solución a este conflicto disruptivo de la sexualidad, ni por parte de la ciencia. Cada sujeto debe encontrar su forma particular de actuar respecto a su goce sexual.
El transexualismo desde
la óptica de la Metáfora paterna, el Empuje a la Mujer y el Nudo borromeo.
“¡Si pudiera ser una mujer en el momento del coito!” Esta es la salida de Schreber a un goce
intolerable que le invitaba a la eviración y que hace pronunciar a Lacan la
idea de que en la psicosis hay una orientación hacia el transexualismo.
Lacan aborda el tema en tres momentos:
- “De una cuestión preliminar a cualquier
tratamiento posible de la psicosis”
- Las
fórmulas de la sexuación (Aun, L’étourdit)
- El nudo borromeo.
El
primer momento es la metáfora paterna. Ley del padre.
La función del padre es actuar para poner freno
al mítico deseo de quedar confinado como ideal fálico materno. Es necesario que
el hijo se salve de quedar como objeto pasivo de la madre y tener acceso a su
propia sexuación identificándose al padre del mismo sexo. Existe una inscripción
del sujeto al sufrir los efectos de dicha función. El deseo de cada uno está
sometido a la ley del deseo del otro. Si la madre reconoce esta ley paterna
posibilitará que el niño descubra que no es objeto para de su deseo, repone su
falta lejos de él, en el lugar del padre simbólico poseedor del falo. Se sustituye
el deseo de la madre por el Nombre-del-Padre.
El padre, no es autoridad, es pura metáfora.
Ningún padre es la ley, no es el poseedor, sino el garante y, a fortiori, fundador de la función
simbólica a la que representa. El padre es (hoy parece que fue) una referencia
para el sujeto. Referencia alejada de conceptos machistas ya que siempre fue
necesaria la autorización materna para que éste ocupara un lugar. Tú eres mi
hombre indicará un camino para los hijos. Cualquier imposición para este lugar de
forma autoritaria está condenada al fracaso. El padre representa la ley, nunca
es la ley… salvo en la psicosis.
Es la pregunta del sujeto por el deseo de la madre, la diferencia de sexos… ¿qué le falta? y el padre portador del falo es la respuesta al enigma. El falo viene a significar el símbolo (nada de órgano) del devenir del deseo y el Nombre-del-Padre la razón. El padre tiene pues el sentido del misterio. Sabemos de la salud por la enfermedad, sabemos de su falta por sus efectos. La forclusión sería la ausencia de la presencia simbólica del padre, el padre no tendrá representación para el sujeto en cuanto a su papel significante. Si falta la metáfora paterna el sujeto verá perturbada su relación con la masculinidad (Schreber y la eviración) También esa ausencia propicia un efecto de feminización (identificación en la psicosis al falo que le falta a la madre)
La suplencia del Nombre-del-Padre, su lugar vacío es ocupado en el transexualismo por La Mujer.
No se indica con ello que el transexual
presente síntomas psicóticos. Afirmamos que al no existir Nombre-del-Padre necesita de un límite que supla la función. El
transexual quiere representar a La Mujer,
pero con la particularidad de ser única: La superstar,
una mujer especial, la única. Ese “urwater”, protopadre que no funciona es
sustituido por La Mujer, que viene a
representar a uno de los Nombres-del-Padre.
Es así un límite, dónde no lo había por la falta de función paterna (forclusión) y aparece la feminidad en la forma de La Mujer imposible. La declinación del Nombre-del-Padre nos trae un Real que cuestionará al cuerpo de forma diferente a como lo hace la histeria. La queja del cuerpo con manifestaciones que van desde desfases alimentarios, autoagresiones, ansiedad, pánico, intentos y éxitos suicidas, que no son otra cosa que fruto de la desorientación que vemos reflejada en el anudamiento de lo Imaginario, Simbólico y Real.
El segundo momento. Lógica del no-todo. “La mujer no existe” Fórmulas de la sexuación.
Si en los inicios lacanianos fue el
significante fálico quién articulaba la sexualidad, hacia los ’70 el falo
dejará paso a la clínica del goce. En las fórmulas de la sexuación encontramos
cuatro maneras de posicionarse respecto a la función fálica, que hace que te sitúes
como hombre o como mujer. Si en el hombre el goce fálico parece un claro
destino, en ellas existe la ausencia de la amenaza de la castración, manifestado
en la anatomía. No están privadas del incesto, no están excluidas del goce
absoluto, no hay ninguna universalidad respecto a ellas, no forman un todo, no
son colectivizables, no todas están sometidas a la función fálica, es algo contingente.
Por ello “La mujer no existe” Esta es
la lógica que describe el lado femenino de la sexuación humana.
El lado masculino se rige por la lógica de la
excepción, se caracteriza por la inconsistencia, el lado femenino, es la lógica
del no-todo, se caracteriza por la
incompletud. En las fórmulas de la sexuación observamos la función universal,
la excepción fálica (castración) para el hombre y la mujer que no admite
excepción, cercana a la verdad que dice que no hay “todas las mujeres”, no se puede decir toda la verdad. Universal
contra no-universal.
Tienen una relación con el goce distinta de la
del hombre: Es el goce del Otro, Otro goce (diferente del fálico). No hay
exclusión absoluta en la lógica del goce. No hay universalidad. El todo y el No-todo. No-todo no es otra cosa
que el Otro goce que no se limita a lo fálico.
Ambos, hombre y mujer comparten la derivada del
goce fálico, pero ella puede hacerlo de forma diferente. Ella accede a un goce
suplementario más allá de la excepción. Es decir que cada uno se busca la vida
con ese Otro goce y ellas más allá del falo. Afirmar que “La mujer no existe” es referirse a una lógica que dice que su causa
debe abordarse en el “Una por Una”,
alejado de generalizaciones. Sentencias lapidarias como esta última deben de
ser leídas desde una óptica diferente.
El hecho femenino se mueve entre la mujer, su
posición, su sexualidad y la lucha femenina. Pero la mujer, su causa y la
posición femenina son aspectos diferentes. Sí, decimos que algo no funciona.
Por tanto, dejando de lado el feminismo decimos que hombre y mujer son
diferentes, pero sin separación a nivel inconsciente donde solo existe el
significante fálico (nada que ver con el machismo) Nos encontramos con dos goces, el fálico y el suplementario o
femenino. Son asimétricos, con lógicas dispares alejadas de referencias
anatómicas o de género. Esta lógica afirma que “ella no es toda”, en cuanto a categoría, alejada de todo lo
programado y ligada a un goce que ralla con la muerte. Es la heroína femenina,
un “goce otro” alejada de la satisfacción fálica que le ofrece el varón, pero
ella no quiere regalos. Ello no evita que cuando deseen se sitúen como falo.
Sí, hay mujeres fálicas y obviamente no hay
poderío patriarcal. Ellas sí existen, pero “no
todas son fálicas” van más allá del falo: El Otro goce, el goce femenino,
místico, psicótico, goce sin palabras del que no pueden informar: Lo inefable. Hubo quien se acercó a la
mujer, los místicos y lo que nos dicen no se puede explicar por el goce fálico,
sólo lo experimentan, pero no saben nada de él. Es el goce de Dios.
Lo femenino no es
otra cosa que una manera diferente de relacionarse con el Otro del goce, la
pareja, las hijas (el estrago
madre-hija). Lo femenino no es género o identidad sexual. “existe a nivel del goce que, en mi opinión,
se hace más claramente perceptible en la medida en que la economía pulsional de
una mujer no es identificable por un hombre ni referible a la economía
masculina”[29]
El hombre no es lo opuesto a la mujer y
viceversa. El sujeto se cuestiona en qué lugar debe de estar respecto al Otro. Este
problema no puede delegarse a las prácticas discursivas que intentan domesticar
al sexo, éste es algo traumático, indomesticable, fuera de la norma. No hay una única manera para ambos de acceder
al goce, por ello la relación sexual, la proporción, no existe. Eso sí,
copulan. En el momento de
cuestionarnos sobre lo femenino hay algo imposible de enseñar, de transmitir.
Es decir, hay que relacionarlo con la categoría de lo imposible, que Lacan
refería como “a fin de cuantas, lo Real”
[30]
Una sociedad en crisis produce labilidad
identificatoria y el falso paraíso de la libertad para elegir el sexo y la
filiación como solución. Nadie se cuestiona sobre los efectos del significante
sobre el cuerpo a la hora de elegir el modo de goce a la que la subjetividad de
cada época nos conduce.
Tercer momento. Nudo borromeo y la suplencia de la función paterna.
Denunciamos en primer lugar la carencia del Nombre-del-Padre que debía de hacer de límite y la necesidad ante esa ausencia de otro límite que sería la feminidad representada por La Mujer imposible. La Mujer como otro de los Nombres-del-Padre.
Tres anillos unidos de tal guisa que si uno se
corta todos quedan sueltos. Lo Simbólico regado por la palabra, lo Imaginario
presentificado en el cuerpo y lo Real como lo inefable. Si funciona la metáfora
paterna, los tres anillos son apresados por el cuarto nudo que estabiliza los
registros. Un síntoma puede servir de lazo. Paradigma es la estabilización en
las psicosis ordinarias o las referencias a Joyce, Rousseau…con la escritura
como nudo.
Cuando en el nudo borromeo RSI falta la anudación propiciada por la función del Nombre-del-Padre, quedan libres. Ante tal tesitura, puede el sujeto aportar un nudo de más que repare dicha falta. En el transexual falta el anudamiento del Nombre-del-Padre. Bien, pues identificarse a La Mujer es un cuarto nudo que liga a I y S, pero R, lo Real queda libre y es la llamada del transexual a la ciencia para que se corrija con cirugía. El empuje a La Mujer puede hacer anudamiento. El recorrido así del transexual pasa por la posición femenina que provoca la carencia del Nombre-del-Padre y luego pasa por la feminidad bajo su insignia de La Mujer imposible.
La cercanía a la
psicosis. El empuje a la mujer. El transexual.
Siguiendo la línea del Padre de la horda
freudiano, decimos que su tarea, mejor su función, es encarnar el goce total,
absoluto y a la vez situarlo como interdicto reflejo de la función fálica que
excluye ese goce. Podemos llamarlo castración. Para la mujer no existe el peligro de la castración. Dijimos
que las mujeres también se relacionan con lo fálico, pero hay una
ausencia de castración (presente en su anatomía) Por ello se entregan a todo por amor, lo dejan todo por amor,
lo pierden todo por amor. Es una especie de goce personal que las destruye y al
que se entregan. El estrago (ravage) en la relación con sus hijas no
es causa de la maldad, sino efecto de la falta de límite de la amenaza que les
hace llegar a estos extremos. No están unidas respecto a la prohibición
del goce absoluto como los hombres, no todas están sometidas a la función
fálica. Participan del goce fálico, pero respecto al límite no lo tienen, Goce del Otro. No hay límite, no hay
prohibición del goce absoluto, no hay forclusión,
como en la psicosis. Pero tanto la mujer como el psicótico necesitan de ese que
diga ¡No!
A esto lo denominamos “el empuje a la mujer” de la psicosis (Caso Schreber) Hay un paralelismo de la posición femenina y la psicosis, salvando diferencias (ya que el transexualismo no necesariamente conlleva síntomas psicóticos) Es decir un límite en ambos reflejados en el primer caso en un límite al falo y la falta de prohibición del incesto y en el segundo caso, la psicosis, por una preclusión del Nombre-del-Padre. Falta ese otro que manifieste la negación: ¡NO! Si no hay excepción paterna se busca en el lado de la mujer. De no encontrarse en el Padre se busca en “el impulso a la mujer” como otro más de los Nombre-del-Padre. Claramente es una suplencia que pasa al lugar de la mujer entera, toda, mucho más que una mujer. La mujer como medio de localizar el goce.
Transexualismo. Ni hombre ni mujer, porque el falo no es masculino o femenino: Están fuera del sexo.
Lacan dirá: ¿qué quiere la madre, Che vuoi? "la ofrenda de un objeto
de sacrificio a oscuros Dioses, es algo a lo que pocos sujetos pueden no
sucumbir en una captura monstruosa"[31] ¿Qué debo de hacer para
satisfacerla? "Es el punto donde se encuentran los transexuales y los
adeptos al culto de la Madre. El sacrificio del deseo les abre las puertas a su
más allá, que es el goce. Lo que agrada a Dios es aquello de lo que goza, ese
goce Otro, más allá de los límites"[32] Si alguien busca el goce se opone a su deseo.
Éste es un impedimento al goce. Se sacrifica el falo en beneficio del goce. Hay
que perder el falo como lo hacen el ascetismo, las religiones castradoras
necesitan de la exclusión del goce fálico. Son los ritos de la castración:
Diana de Éfeso servida por los Megalobyzes, sacerdotes castrados, el culto a
Cibeles y sus galos eunucos, Atargatis la siria con igual servicio.
El transexual.
Es un término
acuñado e introducido por Harry Benjamin en los años 50, al observar el incremento ya evidenciado por Esquirol,
Havelock Ellis y Krafft Ebbing que se referían a ellos dentro de los “Delirios parciales”, o síndrome
psicótico. Otros notaron su presencia en variedad de estructuras clínicas
producto de un trastorno de la identidad y aumento hormonal en el estado
uterino. En cualquier caso, se contraponía la identidad de género con el sexo
biológico. No son hombres ni mujeres, ellos reclaman el tercer sexo. Mientras
que el
neurótico se pregunta, el psicótico tiene respuestas. Las variantes sujetas a
este estudio tienen la certidumbre de que no hay relación sexual, para ellos
hay un más allá. A pesar del diferente tipo de
orientación de transexuales mujeres u hombres observamos que siempre se
mantienen dos sexos, dos géneros.
Seguimos en su recorrido a Stoller sin
dejar las pinceladas lacanianas que aborda el transexualismo a partir de las
fórmulas de la sexuación para afirmar que estos se transforman en La Mujer.
H. Benjamín proponía tratamiento hormonal:
Estradiol, que tiene como propiedad jugar un papel esencial en el desarrollo
sexual. Es un estrógeno fabricado en los ovarios especialmente. No actuaba
sobre la barba o la voz, por ello era necesario reeducación de esta última.
Producía una atrofia testicular y esterilidad a la vez que aumento de senos y
grasas.
Tiresias, un Caballo de
Troya en el mundo femenino.
Es de destacar
la aportación de algunos al conflicto social propiciado por la aparición de
estas particularidades sexuales. Algunas feministas manifiestan que “el
transexualismo es remedio inventado por los hombres para asegurar la hegemonía
de los sexos” Este proceso así, no es más que un fantasma machista
y una nueva forma de opresión de las mujeres por el poder patriarcal, al estilo
de los eunucos encargados del cuidado de los harenes. El transexual sería como
Tiresias quien castigado por los dioses había vivido siete años como mujer y
volvió a ser hombre. Esto le hizo afirmar que el goce que el hombre experimenta
tan solo es una décima parte de goce que la mujer.
El transexual parece acceder a un saber sobre la esencia femenina. Por tanto, gracias a esta experiencia competirían en ese espacio propio de la mujer transexual (She-Male) como obras masculinas, fantasmas machistas. La medicina las instruye para ser mujeres biológicas (sex role control). Es decir, la experiencia que aporta el hombre transformado en mujer a la hora de entender el enigma femenino.
Las mujeres
transexuales.
No han sido tan estudiadas, menos
comunes. Crecen como varones y se niegan
a la vestimenta femenina, visten como hombres. Sufren el organismo de la mujer
y sus reglas. No pretenden ser únicas, son mujeres que miran hacia el hombre. Quieren
ser como los hombres, presentan características identificatorias con el padre
(madre que abandona) Recurren a la cirugía de senos, ovarios, útero, hormonadas
masculinamente y fantasean con que las ciencias les ofrezcan una prótesis.
Ocultan su feminidad, logran más integridad social que los hombres
transexuales, acceden al matrimonio, a un estado civil nuevo. No tienen nada
que ver con los travestidos. El travesti goza del órgano, la transexual, al
contrario, no lo soportan. Manifiestan inquietud sexual hacia
las mujeres. Es una forma de negar su homosexualidad. Buscan el lado viril, la
identificación con el hombre
Hombres transexuales.
Stoller definía al masculino como único transexual. Son hombres que giran hacia la mujer. Se sienten y se vivencian como mujeres. Quieren ser únicos. Algunos rechazan neoplasias vaginales para evitar la degradación sexual que puede sobrevenirles. Solo así querrán parecer mujeres, pero sin sexo. El transexual masculino fantasea con el hecho de parecer, semblanza de ser LA Mujer sin que ello implique desear como una mujer. No aceptan los intercambios sexuales. De hacerlo serían relaciones con hombres para mero reconocimiento de su feminidad. Observemos que restan lejos de la pregunta histérica: ¿Qué es una mujer?
Los efectos de lo imaginario sobre lo real. La importancia del falo. Transexual, travestido y homosexual afeminado.
La primera vez que Lacan comenta lo imaginario en el caso del transexualismo: “Quienes asisten a mi presentación de enfermos han podido comprobar en uno de nuestros pacientes transexuales, que nos la describió, el carácter verdaderamente desgarrador de la dolorosa sorpresa experimentada el día que, por primera vez, vio a su hermana desnuda”[33]
En el Concilio de Nicea, 325, se
prohibió la mutilación voluntaria, con la condena de la herejía de los
Valesianos, "Si uno de tus miembros te escandaliza, arráncalo". Podemos observar los efectos del significante
(falo) sobre el órgano (pene). Sabemos que los conflictos con el falo los paga
el pene: impotencia, eyaculación precoz, cirugía…Ambos, el travestido y el
homosexual “se definen” como sujetos que gozan de su órgano. El transexual lo
rechaza. Rechazo que posiblemente sea para igualarse a la madre. El transexual demanda a la
ciencia que le solucione el desencuentro de la naturaleza con su género y
recurre al “coltello” suponiendo que
así resuelve aquello de lo que reniega y renuncia. Acceder a la demanda del sujeto respecto a la intervención
quirúrgica puede tener como resultas un estallido de la psicosis asintomática. Del
transexual se ocupa la cirugía víctimas de la disforia sexual, del desacuerdo
con su cuerpo. El transexual siente la proximidad interna de ser mujer,
femenina, no afeminado. Así actúa respecto a la seducción hacia los hombres
heterosexuales desde la atalaya de sentirse mujer. Rechaza el apéndice molesto
(significante) y procura que no intervenga en la relación afectiva. Incluso lo
esconde. Femeninos desde la primera infancia, su esencia es su madre con padre
ausente.
El homosexual
masculino busca el falo en el semejante, en el otro. Si les atraen los hombres
es porque se sienten mujer (sin generalizar) En el travestismo el
sujeto se transforma en la madre fálica, una mujer con falo, pero un falo
oculto bajo el velo, bajo el ropaje, juegan con lo escópico y lo imaginario. Puede
engañar al que mira con su juego de seducción.
Rilke afirmaba que la belleza era el último velo que cubre lo monstruoso. Tal y como ocurre en el fetichismo que se para en un punto, tras el velo que oculta la castración a la mirada. Difiere del transexual al vestir ropas de sexo opuesto como fuente de excitación. Detalle éste que hace que no se hable de travestismo femenino. Una mujer que se viste de hombre no es travestido, es transexual. Los travestís y homosexuales sin renunciar a ser hombres “juegan a ser mujer”, juegan con la femineidad, eso no evita que gocen de su pene-falo. Juego presente en el homosexual. Ni uno ni el otro rechazan la diferencia sexual, ambos participan de la necesidad de la heterosexualidad.
Ciencia versus escucha.
La intervención quirúrgica
sobre lo Real deja huella en lo simbólico. Se trata de un pasaje al acto con la
pretensión de zafarse de ser el objeto de goce del Otro. Pero lo artificial no
soluciona la demanda del Otro. El cambio de sexo responde al intento de huir
del fantasma de ser el falo. Unos deciden ser La Mujer, otras ser un hombre, para ambos un significante decide.
El Otro quiere su castración real. Se precisa dar rienda suelta al deseo del
Otro, al interrogante sobre su deseo. La cirugía solo puede silenciar dicho propósito.
Puede haber euforia momentánea, temporal, pero el resto será lo que pese al
confundir el órgano con el significante.
El dualismo insiste, la banda de Moebius aclara. La banda no tiene principio ni fin, ni dos caras, sino vueltas. Es una superficie de dimensión dos, con un único borde y una única cara; es además no orientable. La imagen caminante es macho y es hembra que al recorrer la banda oscilan respecto al camino del sexo. Da la sensación de lados opuestos, pero si observamos solo hay una cara. Hagámosles caminar y saquemos consecuencias. No hay salida ni posiblemente llegada, como la sexualidad. Lo simbólico actúa sobre lo imaginario y lo real insiste. A este nivel, lo biológico y natural en el ser humano no existe.
[1] “First, do not harm”
12 de diciembre de 2020 en la revista The Economist .
[2] (TUBERT, S. (ed.)
(2003): Del sexo al género. Los equívocos de un concepto, Madrid, Ediciones
Catedra/ Universitat de Valencia/Instituto de la Mujer)
[3] Miller, (1999). Los
usos del lapso, Paidós, 1999-2000 [2004],p. 171
[4] LACAN, J. (1960)
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[5] M. DIAMOND, M. Sex and Gender: Same or Different? En: Feminism &
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[6] Butler, J. (1993).
Cuerpos que importan. Sobre los limites materiales y discursivos del sexo.
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[7] Lacan,Jacques. El
triunfo de la religión (Buenos Aires: Paidós, 2005), pág. 43
[8] Lacan, Jacques, El seminario. Libro 18. De un
discurso que no fuera del semblante (Buenos Aires: Paidós, 2009), Pág. 164.
[9] Éric Laurent y
Jacques-Alain Miller, El Otro que no existe y sus comités de ética (Buenos
Aires: Paidós, 2005), Pág. 10-11
[10] Foucault, M., Historia de la sexualidad I. La
voluntad de saber, Siglo Veintiuno, México, 1998
[11] Diccionario de
Psicoanálisis Psicoanálisis - Vol. XXXVI - Nº 2/3 -
2014 - pp. 303-332 B.
[12] Stoller, R. (1968). Sex and
Gender. Londres: Karnac, 1984
[13] FOUCAULT, Mhel (1976). Historia de la
sexualidad. Volumen I: La inquietud de sí. Siglo XXI Editores. Pág. 154
[14] BOURDIEU, Pierre
(2000). La dominación masculina. Anagrama. Buenos Aires.
[15] Laplanche, J. (1980). Castración.
Simbolizaciones, problemáticas II. Buenos aires: Amorrortu,
[16] Sigmund Freud (1925 [2005]). Algunas consecuencias
psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos. Obras completas de Sigmund
Freud. Tomo XIX. Argentina: Amorrortu. Pág.276
[17] Slavoj Zizek, El Acoso
de las fantasías, Siglo XXI Editores, pág. 115
[18] Lacan, J., (1960) Ideas directrices para un congreso sobre la
sexualidad femenina. En: Écrits, Paris, Seuil, Pág. 196,
[19] Laurent, (1999).
Posiciones femeninas del ser. Buenos Aires. Editorial Tres Haches. Pág 44
[20] LACAN, J. (1958): “La
significación del falo”, en Escritos, vol. II, Bs. As., Siglo XXI, 2002.
[21] Colette Soler, Lo que
Lacan dijo de las mujeres. Estudio de psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós,
2006, pág. 73.
[22] DIO BLEICHMAR, E. Un
recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, ¿o la identidad de género del
observador, del autor? p. 346-347.
IDENTIDAD DE GÉNERO Y DIFERENCIA SEXUAL Psicoanálisis - Vol. XXXVI - Nº 2/3 - 2014
- pp. 303-332 331 En: Psicoanálisis APdeBA vol. XIX N° 3, Buenos Aires, 1993.
[23] Brodsky, G. 2005. En
Del Edipo a la Sexuación. Miller, J. Comp. Argentina. Ed. Paidós, Pág. 49
[24] Lacan, J. (1998). Los escritos técnicos de
Freud. Bs As. Ed. Paidós. Pág.
68
[25] Julien, P. El manto de
Noé. Ensayo sobre la paternidad. Alianza Estudio
[26] Zizek, S. El sexo y el
fracaso del absoluto, Paidos, Pág. 96
[27] Lacan, J. (2012). El
seminario, libro 19: …O peor. Buenos Aires: Paidós. Pág. 32 (*)
[28] Lacan, J. (1971) El
Seminario. Libro 18: De un discurso que no fuera del semblante. Buenos Aires:
Paidós, 2009. Pág. 33
[29] Cixous, H. (1995). La
risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura. Barcelona: Anthropos. Pág 41
[30] Lacan, J. (1971-72
[2012]). «…O peor». En El seminario de Jacques Lacan. Libro 19. Buenos Aires:
Paidós, Pág. 205
[31] Lacan, 1964 [1992],
Seminario XXI, pp. 282-283)
[32] Millot, Catherine,
Exsexo Ensayo sobre el tranasexualismo. Catálogos, 1984. Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, pág. 86)
[33] Lacan, J., El Seminario, Libro 4. La
relación de objeto, Paidós, Bs. As., 2002, p. 272
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