La
noticia de que una indigente (¡qué eufemismo!) ha muerto violentamente
por las quemaduras que le ocasionaron tres jóvenes nos conmueve ¿Es que no hay
límites a tanta barbarie?El Grito (Edward Munch) Un sujeto grita sin voz, un grito sordo de angustia, una sorda denuncia.
Seguro que el hecho genera reacciones encontradas y que nuestra justicia personal ya ha actuado, en forma de opinión, sobre los presuntos culpables. Personalmente no me satisface quedarme en este nivel de crítica; prefiero adentrarme en la estructura, abandonar el típico discurso denunciante que a nada lleva.
Por
duro que parezca afirmarlo, la violencia y el ser humano son consustanciales,
siempre han formado una pareja estable. La hemos visto manifestarse encubierta
tras el velo de las guerras políticas, ideológicas, religiosas. Cuando estas
circunstancias la “explican” nuestro dolor recibe una triste razón que
da sentido al hecho violento. Así ha pasado con los atroces hechos de los
campos de concentración, o con la violación masiva de mujeres en la guerra de
la antigua Yugoslavia. Barbaridades humanas que se escudan en lo bélico, pero
que alarmarían a cualquier animal de los denominados domésticos.
Cuando
la violencia encuentra la absurda razón en el inmigrante, en el extranjero, en
el extraño, en cierta forma nos relaja. Pero cuando se efectúa de forma
gratuita, como odio puro y desnudo, sin sublimar y es llevada a cabo por
sujetos localizados en un status social
y económico normalizados, nuestros esquemas se derrumban.
Violencias
de guante blanco
De
hecho no es más lejana que la de la guerra. Perich decía:
“Si
un locutor aparece en la televisión y dice que acaban de morir mil quinientas
personas en un bombardeo, los espectadores dirán “¡Dios mío!”; pero si el mismo
locutor dice: ¡”Mierda!”, los espectadores dirán: ¡”Esto es intolerable”! Y
organizarán una campaña para acabar con el locutor”
Hay
violencias programadas, uniformadas y otras que no lo son. Si el ser humano es
así, habrá que preguntarse quién hace despertar tanta agresión gratuita. Quién
lo ha hecho con estos tres jóvenes y su acción (por la que deben pagar) y quién
ha privado de medios a la indigente sobre la que se han cebado.
La
sociedad permisiva
Nos
bañamos y nadamos fatal en un neoliberalismo que empuja al borramiento del
sujeto, a la exclusión de las individualidades, a las particularidades
aplastadas. Desde el psicoanálisis afirmamos el declive de la autoridad
paterna. Bajo el epígrafe de una sociedad más justa se esconde la falta de referencias
y la permisividad excesiva que desorienta, que genera monstruos vacíos que
deben disfrutar a toda costa, para los cuales emulando a Nietzsche: ¡ Dios
ha muerto. Todo está permitido!.
Hasta
la justicia se transforma en permisiva argumentando medidas de reinserción que
carecen de bases mínimas de funcionamiento y credibilidad.
Es
así como debe entenderse la sentencia de Hobbes “El hombre es lobo para el
hombre”. Cuando no existen carteles indicadores que orienten al sujeto, el
acto sustituye a la idea, la acción a la reflexión y no hay sublimación de la
agresividad. Cuando los papeles maternos y paternos azuzados por la falta de
tiempo son delegados, el fracaso está asegurado.
Adiciones,
anorexia, bulimia, depresiones, angustia, pánico..., una sociedad de mercado
que crea inadaptados que serán enviados a instituciones o a los miles de
técnicos que tratarán de reformar al sujeto con química más moderna, bajo
argumentos de cuestiones genéticas, lo que simplemente es la soledad de la
nada.
Hace
unos meses un avión chipriota que ensayaba unos sistemas sofisticados de
navegación sufrió un accidente, no porque su técnica estuviera defectuosa, sino
por el poco dominio del lenguaje inglés por parte de los pilotos que no
lograron entenderse. Siempre el factor humano. Gastamos más en protocolos de
evaluación que en lo evaluable.
La
indigente, el marginal agredido es el residuo del sistema que molesta; funciona
como objeto de desecho, aunque por otra parte ha sido el único capaz de salirse
del sistema, si bien dormía al calor de una sucursal bancaria (¡Qué ironia!).
Tal vez por su atrevimiento ofenda tanto a esos jóvenes violentos y su funesto
fuego purificador.
Violencia
del estado que genera pobreza, violencia de los jóvenes que atacan al residuo
del estado que funciona como espejo que refleja sus imágenes.
A
pesar de las respuestas sociales y judiciales, lo Real del sujeto insiste y
cuando se encuentra ante el abismo de quién es o va a preguntarlo o hace
barbaridades. Cuántos leerán estas reflexiones para reflexionar. Cuántos somos
capaces de dedicar unos momentos a la reflexión. Cuántos tienen tiempo para
reflexionar.
Durante
la II Guerra mundial, un oficial alemán visitó el estudio de Picasso y alabando
su pintura modernista se paró ante el Guernica y preguntó: -¡”Esto lo ha
hecho usted!”a lo que Picasso respondió: -!”No. Esto lo han hecho
ustedes!”
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