Filosofía y psicoanálisis
“El
inconsciente es aquello que, por hablar, determina al sujeto en tanto ser, pero
ser a excluir de esta metonimia cuyo deseo yo soporto como imposible de decir
jamás como tal” (1)
“Soy hostil
a la fabricación de visiones del mundo. Déjeselas a los filósofos (...) sabemos
bien qué poca luz ha podido arrojar hasta ahora la ciencia sobre los enigmas de
este mundo; todo el parloteo de los filósofos no puede cambiar nada de
ello(...) cuando aquel que camina en la oscuridad canta, niega su ansiedad,
pero no por ello ve más claro” (2)
¿Antifilosofía?
Es uno más de
los frentes que tiene abiertos el psicoanálisis por su propia razón de ser, por
estructura, en cualquier caso nunca por ser engreído.
Cuando se hace referencia al psicoanálisis como una antifilosofía, se quiere
remarcar una forma totalmente diferente de relacionarse con el saber, con la
verdad. Relacionarse, en cuanto a método, objetivos y finalidades totalmente
opuestas. Oposición ésta que también encuentra su contrapunto en relación a la
medicina, a la psiquiatría (tal y como hoy mayoritariamente es concebida) y a
tantas otra esferas del saber. Ya comentaba Freud que son los psiquiatras y no
la psiquiatría los que se oponen al psicoanálisis; la idea es reversible. El
psicoanálisis subvierte las relaciones imaginarias con el saber no porque sea
más válido, ni más altivo, sino porque se sustenta en el saber del deseo, el saber
inconsciente.
Es así que lo que se reivindica desde el psicoanálisis es una manera de pensar
opuesta por razones obvias: Hay un saber sin sujeto.
Freud era
reacio a lo especulativo de la filosofía, como lo era a la medicina de la
época, impotente con los síntomas. Debe de reconocer que tiene una deuda con la
filosofía y la ciencia de siempre y éstas deben mucho a su legado, aunque
insistan en colocar al psicoanálisis en las vitrinas de las ciencias
especulativas, las de la sospecha o en un apartado de los manuales clínicos
relativos a las terapias. Encasillarlo así como figura dominante de la Historia
de la filosofía es fagocitarlo como ha hecho la medicina. Mantenerlo en estos
lugares no evitará que su discurso siga molestando e incordiando.
Su fundador,
pretendió salvar todos los obstáculos que se oponían al acceso a la verdad y el
principal de ellos era la idea de considerar al yo como equivalente a
conciencia, justo lo que hacía la filosofía y como lo concibe la “egopsychology”.
Hay filósofos, pedagogos, incluso poetas (como diría Lacan hablando de que son
los primeros que dicen las cosas pero no saben lo que dicen) que se
anticiparon.
Jean-Paul Richter anunciaba la despersonalización:
“Una mañana
me vino del cielo una idea: Yo (je) soy un yo (moi) que desde ese momento no me
dejó más; mi yo se había visto él mismo y para siempre”
San Agustín
afirmaba: “Si enim fallor, sum” (Si me engaño, existo) (3). Recordemos
que Nietzsche hablaba del ello como campo pulsional e instintivo. En un sentido
claramente lacaniano diría que “es más fácil romper una pierna que una
palabra”. Schopenhauer, sabía que el infierno está en uno mismo. Herbart se
refería a conflictos psíquicos, a luchas internas en el yo. Spinoza dice que la
conciencia es inconsciente de sus actos. Leibnitz se refiere al inteligible
como experiencia interna. Maine de Biran de “El hombre doble”. Rimbaud
dirá: “el yo es un otro”. A. Silesius: va más allá de Descartes al
decir: “Pienso, luego soy pensado por mí.”
Pero entremos
en el tema del debate que no es otro que el saber, la verdad, el Ser y los
discursos que se encuentran en conflicto.
Es necesario remarcar que el psicoanálisis no es exclusivamente una práctica
terapéutica.
- -Es método de investigación de las actividades inconscientes.
- -Es un corpus de saber sobre la vida psíquica y
- -Es un método de tratamiento de las enfermedades.
Su objeto dentro de su actividad terapéutica consistiría en alejar al sujeto
del goce mortífero disolviendo los síntomas. Pero lo realiza dejando de lado
este saber sobre el síntoma y afirmando que la verdad, que el saber sobre los
síntomas es patrimonio del paciente. El analista está allí para dirigir la
cura. Tiene como medio la palabra; el lenguaje es la condición del
inconsciente. Por ello se aleja de la sugestión, del adoctrinamiento, de la
confesión... Por el contrario hay que levantar la represión dejándose llevar
por la palabra y el discurso del saber inconsciente.
El
psicoanálisis aparece dentro de un amasijo de discursos en conflicto aportando
como bandera la hipótesis del inconsciente. Las pruebas de esta hipótesis
(experimentales) no pueden ser entregadas por el inconsciente. Si bien Freud
estaba interesado en tales demostraciones, Lacan aporta la idea de significante
que nos dice que sólo hay una verdad la del deseo y que esta verdad es parcial.
De esta verdad se han ocupado los filósofos sin poder desanudar el nudo del
deseo. El significante hace que no podamos reducir al inconsciente. No podemos
hacer como pretendía Freud consciente al inconsciente, sino que gracias al
significante pueda establecerse una relación otra con el inconsciente.
El psicoanálisis está ahí para indicar que algo falla en el sujeto: La
religión, el discurso de la ciencia, la civilización, la sexualidad... por ello
hay que considerarlo como síntoma y consecuentemente necesita fracasar. Si
triunfara sería su propio fracaso. Su fracaso es la fuente de su salud. No está
elaborado para triunfar, he aquí su humildad.
La única verdad es la verdad del deseo y es por cierto una verdad parcial. No
hay Otro del Otro, no hay metalenguaje, no hay hermenéutica; el inconsciente no
deviene consciente,... es una máquina de crear: Hay que esperar de sus efectos,
que por cierto son sensibles a la historia. Es así que el psicoanálisis tampoco
puede afirmar una verdad total. El discurso analítico, apela al Otro, al
sujeto, para que hable de su goce que es la prueba de la existencia del
inconsciente.
¿Entonces qué podemos decir que es el psicoanálisis dentro de este contexto? Se
trata simplemente de un síntoma que funcionará mientras que sea considerado un
síntoma social. El psicoanálisis es el síntoma de que algo no funciona, no
marcha en esa búsqueda de la verdad por parte del sujeto. El psicoanálisis no
es una cosmovisión, ni una lucha de clases marxista con pretensiones de
satisfacción social, ni una tragedia del hombre nietzscheniana.
Planteamientos
estos que hacen que Freud se separe de la filosofía. Él está educado en
tradición germánica, cultura grecolatina, idealismo. Algunos de sus libros son
casi filosóficos (Porvenir de una ilusión o Malestar en la cultura).
En primer lugar desconfía de sistemas anteriores a él. Tiene la seguridad de
que las ciencias son indigentes para trabajar lo psíquico. Quiere ser padre y
fundador de una ciencia nueva, para ello no duda en rechazar emparentarla con
la filosofía, la psicología, la medicina. Quiere hacer del psicoanálisis una
arquitectónica, como arte de los sistemas de transformar el conocimiento vulgar
en ciencia... la teoría de lo científico, como mencionara Kant (4)
Dice Freud que
la filosofía no se opone a la ciencia, trabaja con sus mismos métodos, pero se
diferencia de ella porque se aferra a la ilusión de dar una visión del universo
sin lagunas y con coherencia.
Sin embargo
Freud al preguntarse por el dolor, el infortunio, la muerte concluye
preguntándose ¿por qué algo que emana del hombre tendrá que durar, cuando todo
el universo muere? Y apuntilla que esta es la vida y su eterno pasar la hace
tan hermosa. No hace de la muerte un principio metafísico, sino metapsicológico
(pulsión de muerte), esta pulsión demuestra la irreductible escisión entre
consciente e inconsciente que sustituye al dilema cuerpo alma.
¿Qué decir de
la crítica de Lacan a la filosofía?
Centrar la
polémica en lo sesgado de ciertas frases pronunciadas por las personas
implicadas en ambos campos, resulta arriesgado cuando no limitado. Sería más
lógico bajo mi criterio la comparación bajo la óptica del pensamiento.
Lacan ataca directamente a aquellas disciplinas que fagocitan al psicoanálisis
y que intentan anular su propia originalidad. No admite fundiciones, ni
eclecticismos cuando se trata de negociar con el saber del deseo. Por ello, su
discurso es novedoso, sus términos, sus matemas, sus topologías y su
“lingüistería” son tan barrocas, tan inaccesibles, tildado de esotérico y
sectario. Usar el lenguaje de la medicina, de la lingüística, de la filosofía
sería desvirtuar. El inconsciente tiene un discurso propio. Ni siquiera se
enseña.
El primer obstáculo es que Lacan no considera posible el acceso al inconsciente
a través del discurso filosófico. Ello no creo que implique distancia. La
filosofía puede y debe poner en duda lo que enuncia el psicoanálisis porque
está en condiciones de hacerlo. Ella a la vez va a recibir desde el
psicoanálisis una auditoria que tiene que ver con lo real del sujeto.
Ciertamente la mejor manera de interrogarse es a través del inconsciente.
¿Por qué? Pues porque se trata de que el inconsciente es un lugar de una verdad
que escapa al sujeto, a su discurso, mientras que otras formas de pensar
confían en el sujeto y su capacidad de búsqueda y encuentro de la misma.
¿Y qué de la
cuestión del ser?
Es trabajo de
la filosofía plantearse una serie de preguntas: su objeto no es otro que el
saber (al igual le pasa al sujeto que se analiza: quiere saber). Su medio es
plantear la duda como alternativa a las respuestas. Así, insiste e insiste
hasta que consigue un fin determinado, que en muchos casos se llama lo absoluto
y es no es otra cosa, ni más ni menos, que conocer sobre el ser.
Pero qué es el ser sin el siendo. Mientras que el siendo es lo vivencial, del
orden del significado, el ser lo es del significante. No es lo mismo ser
enfermo que estar enfermo. No es lo mismo ser depresivo que estar depresivo
(efectos de la palabra).
Por tanto si la filosofía se interroga sobre el ser, el psicoanálisis es la teoría
de la falta, la falta en ser. Esta es la condición de existencia del sujeto
separado del complemento materno. El axioma de la falta, de la carencia, de ahí
surge el falo, la castración. La verdad viene representada por la falta, por la
negatividad. La falta originaria es la falta en ser que por vía del Otro da
acceso al ser: Ser deseo del deseo del otro, de la falta que al otro le falta.
Pero el ser y el siendo son presas del lenguaje de la ciencia que en cada
situación presenta un discurso novedoso. La verdad es la que habla, no yo de
ella(5)
De lo que se
trata en definitiva en relación al saber y la verdad es de desmontar el mito
del sujeto psicológico, el mito del yo como capacidad de conciencia. El saber
de la ciencia anula al sujeto, excluye la verdad del sujeto.
Para acceder al problema de la verdad discursamos. Pero dirá Lacan ¿Cómo hablar
de la verdad si ésta sólo puede ser dicha a medias?
“Con la
palabra se busca la respuesta del otro. Lo que me constituye como sujeto es una
pregunta. Para hacerme reconocer del otro, no prefiero lo que fue sino en vista
a lo que será” (6)
Pero, ¿Hay una
verdad? ¿Por qué lo pensamos? Suponer que hay una verdad no es que haya algo
exterior que buscamos, sino que es ella la que produce en nosotros la búsqueda:
“El emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida”. Somos de
tal manera que suponemos que hay algo. Al Otro le suponemos que sabe, pero ¿De
dónde surge la suposición?
La verdad solo es dicha a medias, queda un resto, lo real. La verdad se alcanza
por medio del decir, aunque siempre algo se le sustrae. La verdad habla a
través del sujeto, no es que el sujeto diga la verdad, se trata del saber del
Otro. Como que la verdad se basa en el hecho de hablar (no hay otra manera)
ningún lenguaje puede decir lo verdadero, no hay metalenguaje.
“El lenguaje
divide al sujeto entre verdad y saber. El cogito: “Pienso, luego existo” debe
leerse: “Pienso: luego soy”, es decir, el pensamiento no funda al ser sino
anudándose en la palabra donde toda operación toca a la esencia del lenguaje”
(7)
En este punto
¿de qué verdad habla el psicoanálisis? Sencillamente se trata de la verdad que
puede liberar al sujeto; para ello debe de deshacer su propia novela y releerla
hasta llegar a su significante primero, allí donde arrancó el orden simbólico.
Esta media verdad no tiene nada que ver con la ontológica o la religiosa:
“Porque aquí
la verdad revela ser compleja por su esencia, humilde por su oficio y ajena a
la realidad, insumisa a la elección del sexo, emparentada con la muerte y, en
suma, más bien inhumana” (8)
Los discursos
empirista, metafísico, filosófico y sus contrapuntos.
Recordemos que
para Foucault existía una relación entre discurso y poder, el discurso era un
arma del poder. Estudiar la evolución del poder requiere el análisis del
discurso imperante en cada momento.
Para Lacan, la teoría de la comunicación no funciona, es un fracaso y así tiene
que ser, ya que si pudiéramos entendernos permaneceríamos en silencio, no
habría necesidad de hablar. Foucault ponía énfasis en el contenido del
discurso, el significante, el material concreto del significante. Lacan
prefiere las relaciones formales, ir más allá del contenido, relaciones que no
existirían sin el lenguaje.
Depende de lo que pensemos, de la concepción de sujeto, dependerá la teoría del
lenguaje a la que demos importancia. El discurso es producto del lenguaje de la
cadena significante que más allá de la conciencia y la voluntad de intención.
Cada discurso
crea un vínculo social y habría cuatro vínculos sociales diferentes. Cuatro
lugares vacíos (posiciones) donde podemos colocar (términos). Se trata del Agente
(el que habla), el Otro (a quién se dirige) la Producción (el
resultado) y una cuarta posición que marca la diferencia con la teoría del
lenguaje: La Verdad, que es el motor y punto de partida de los
discursos.
El Agente (yo) no habla, es hablado (cuando hablo no sé lo que voy a decir). “El
significante es lo que representa al sujeto para otro significante” (9).
Aunque sea una herida narcisista viene a decir que el yo no es dueño de su
propia casa, no es amo del significante. El Agente no puede traducir la verdad
dirigida al otro como producción y que luego vuelve a él. Pero no hay verdad
que pueda decirse en palabras, es imposible. Lo real no puede ser verbalizado:
“decir a medias de la verdad”. Por ello repetimos, compulsión a repetir.
En el discurso
hay dos disyunciones que hacen ruptura en la comunicación: Arriba la
imposibilidad, abajo la impotencia. ¿Qué indican? La imposibilidad dice que el
agente no es tal, sino que es movido por la verdad que sólo es dicha a medias,
por tanto se ve imposibilitado de enviar su mensaje al otro (No hay relación
sexual).
La impotencia
dice que la producción está en disyunción, no coincide con la verdad.
Hay un
constante fracaso del principio del placer que se refleja en la división del
sujeto en el lenguaje. Esta imposibilidad nos protege contra el goce, el
encuentro total, la muerte como sujetos deseantes. Ante tal peligro (aparece el
síntoma) nos detenemos en un goce parcial como el orgasmo y volvemos a repetir.
Algunos les da miedo incluso este punto.
Los términos
son:
S1 .-
Significante amo, garante de la falta, de cubrir la falta. Es el mito de
significarse a sí mismo, idéntico a sí mismo, ocultando su división. Es el Yo
como ilusión de identidad.
S2.- Resto de la
cadena significante, el saber que contiene la cadena. Batería significante. No
es saber como información o erudición, sino como posibilidad de que los
significantes se liguen entre sí como una red: un saber no sabido, que no se
sabe a sí mismo.
S.- El sujeto
dividido. Atravesado por la barra de la castración, escisión estructurante. (Por
motivos gráficos aparece S, pasen visulamente una barra a través de S/)
a.- Objeto
perdido y motor del deseo. No es un objeto fin, sino un objeto que despierta el
deseo. No es la meta sino el objeto que motoriza el deseo. Es un resto de la
operación significante, que supone que en el campo del lenguaje no hay
significación completa.
Hagamos una correspondencia entre los discursos que están en juego.
Inicialmente dos discursos contrapuestos:
Discurso del
amo y discurso metafísico
Discurso del
amo
Amo = Maître
/ m’être a moi-même
S1 busca el
saber (S2) en el lugar del Otro pero la verdad queda entre ambos (lugar de la
verdad S) . ¿Cuál es esta verdad? Que está dividido (castración) y lo único que
produce es objeto a, perdido. Éste no puede relacionarse con el sujeto. El
discurso del amo excluye al fantasma S/ <> a, es decir S // a
S2 mantiene la ilusión del S1. Los alumnos hacen al maestro, los esclavos al
amo. Amo que no ve su propia verdad, su castración.
La mejor manera de conservar el lugar del amo
es permanecer callados, evitar los significantes, evitar que te recorten. El
mejor amo así, es el amo muerto.
En el Discurso
metafísico se considera la necesidad de principios generales que interpreten la
realidad. Se interroga por el ser lejos de la demostración empírica. Considera
la existencia de una verdad toda que debe de ser percibida y que dará la
plenitud al ser. Tanto la realidad como el pensamiento está representados de
forma sustancialista, estática.
Se funda en el
mito de que hay identidad entre sujeto y el significante: el ser en cuanto ser.
Hay una armonía donde el ser está inmerso. El deseo no se contempla puesto que
el ser está completo. La verdad se encuentra por debajo del significante amo,
es la verdad del sujeto que se pregunta por su ser, por su castración. Es un
discurso que ilusoriamente cree que dice lo que quiere decir: Soy el que
soy, digo lo que digo..., excluyendo la equivocidad, la escisión. Quiere
saber lo verdadero acerca de lo verdadero, tarea difícil. Lacan lo llama el
discurso de la yocracia, del m’être, identidad consigo mismo. Observemos que la
verdad la ocupa el sujeto barrado, que desconoce que el amo está castrado.
El discurso metafísico reclama un amo en forma de existencia de una verdad
toda, buscará percibirla para obtener la ilusión y lo hace a través de esa
búsqueda de principios generales.
Paradigmas del
mismo son el discurso médico o el religioso, que quitan la palabra al sujeto,
que no admiten doble sentido, que legislan sobre las palabras y lo que quieren
decir; no soportando el chiste, el lapsus..., el sueño. Buscan el control del
lenguaje.
La histérica se
calla, el que hablaba era el médico o el religioso, ella quedaba como poseída,
embrujada, simuladora, proteo.... Eso es justamente lo que no soporta el amo:
el síntoma, el no saber del enigma del síntoma, el equívoco, puesto que
contradice su saber. Recordemos el libro “El nombre de la Rosa” de Humberto Eco
y cómo se impide a toda costa que el libro sobre la risa pueda ser leído. La
risa, el humor, es la posibilidad del equívoco. El discurso médico es el del
amo y produce la enfermedad (aparece debajo de a, pero no puede articularse con
el S/)
Justamente no
existe armonía sino división, que se manifiesta como insatisfacción, deseo de
saber, de colmar.
Al final entre
la verdad y el sujeto no hay conexión. No articula nada sobre el deseo, anula
lo simbólico por ser discurso de dominio. Se resiste a la verdad del lenguaje,
cree en la ilusión imaginaria del conocimiento objetivo.
El discursos de
la histeria y discurso empirista
Discurso de la
histeria y discurso de la ciencia
El sujeto S
busca un amo S1 que le dé repuestas. Eleva a S1 a la categoría de amo, para
luego dejarlo caer. S, quiere saber quién es y qué quiere y busca que se le
informe. Supone que alguien sabe, por eso su producción es S2; pero S2 es
impotente para llegar a la verdad: habrá lucha entre S y S1. La verdad la
encontramos en el objeto a, que no tiene palabras.
El discurso de
la histeria es el discurso del analizante. Funda un saber S2 como producto,
funda el saber inconsciente. El síntoma, que es la falta de homeostasis en el
sujeto se dirige a S1 buscando interpretación. El amo no responde y ella queda
insatisfecha por no poder acceder al objeto causa del deseo, a. Este objeto se
haya en disyunción con el saber. Se produce un resto a que no llega a lo real.
La histeria busca un otro completo, padre idealizado: Religión, Teología,
Medicina, Psiquiatría, Psicología.
Quién quiere
conocer las razones de su división estudia, lee..., se instruye, pregunta, pero
no sabrá nada sobre su objeto perdido. El amo fracasa porque ante la
insistencia del sujeto produce más y más saber que es lo que da y lo que recibe
la histeria: religión, ciencia, saber, alineación en suma..., pero nada sobre
a. Al poner a trabajar al amo, éste sólo puede ofrecer su propia castración, su
división, ya que le hace hablar. Para ser amo hay que callar, que no aparezca
el deseo.
Sabemos de la
relación especial del padre con la histeria. El padre Real es un padre
enfermizo, castrado. Ella necesita del padre idealizado el que puede procrear,
el padre imaginario, completo. Pero solo un padre muerto cumple esta función,
un padre que no desee, que no presente su castración, el padre de Tótem y tabú.
Que no esté sometido a la ley, que produzca un S2 que diga algo sobre el goce.
El discurso
empirista de la filosofía tiene aquí su contrapunto. La filosofía es una
historia que quiere responder a los interrogantes sobre la existencia. Junto
con la ciencia son producto de la histeria. El sujeto busca en el significante
amo (la ciencia) su verdad, verdad que reposa en la experiencia. El
conocimiento sólo se origina en la experiencia, rechaza por tanto el a priori o
la intuición. Almacena el saber como producción, pero este saber está en
disyunción con la verdad. Cabe preguntarse si la experiencia psíquica no es
válida como experiencia. Justamente es la que pone en duda la identidad del
sujeto.
Para este discurso no existe otra cosa que lo relativo. No hay verdad sobre el
ser. El ser busca calmar sus necesidades para conseguir el placer, por tanto no
hay deseo. Cuestiona al discurso filosófico. Su opuesto es el discurso
metafísico.
Hay que hacer
hincapié en la posición del sujeto. Tanto en el discurso de la histeria como en
el de la ciencia el sujeto es “sujeto supuesto no saber nada”, está vaciado.
Dirige su pregunta al saber constituido, produce un “saber en más”.
Mientras la verdad está ocupada por la causa, causa de su deseo y de su padecer
(plus-de-gozar) que dice sobre su síntoma. Lo que hace la ciencia es rechazar
la división del sujeto: “no-quiere-saber-nada de la verdad como causa”
(10)
Discurso
Universitario y Discurso filosófico
Discurso
universitario
Es una variante
del discurso del amo. Aquí el agente es el saber y su verdad la garantiza S1.
El amo es el garante del saber que niega la división del sujeto que sabe. El
Otro es solo agente causa del deseo.
Es como la
psicología del yo que busca alcanzar el objeto mediante el saber. Necesita, le
es preciso un significante amo como garante. El producto es la división del
sujeto. A medida que más sabemos, más nos alejamos del objeto de deseo. Hay una
relación imposible entre S2 y a. Imposibilidad que se da al suponer un saber en
relación a a. El sujeto es impotente para reconocerse amo del saber.
Imposibilidad de ser todo saber.
Esto es lo que
pasó con el psicoanálisis después de Freud. La histérica debido a su estructura
los coloca como amos y luego acaba con ellos.
El discurso filosófico afirma que es posible la verdad que hay que buscar, pero
que en su esfuerzo para hallarla se fracasa en el encuentro con el saber
absoluto. El deseo que promueve esta búsqueda no puede alcanzar su objeto.
Afirma la verdad total y la verdad parcial. Es necesario que exista un discurso
que promueva la idea de verdad parcial y este discurso le es necesario al
discurso filosófico: se trata de la presencia del deseo como algo exterior a la
filosofía y que le plantea problemas.
El discurso
analítico
a, es la escucha
que hace ver al otro S que está dividido. Pone a la histeria a trabajar, para
ello coloca en el lugar de agente al objeto a. Implica de esta manera al sujeto
dentro de su síntoma: - ¿Cuál es tu responsabilidad en lo que te quejas?
Cuestiona sobre su grado de responsabilidad en lo que le pasa. Le devuelve su
mensaje en forma invertida.
Es una relación
imposible porque el analista se convierte en objeto de deseo del Otro. No sería
sujeto sino desecho. Por ello el arte de gobernar, el de educar y el ser
analista forman parte de las tareas imposibles. Se hace durante un tiempo para
generar transferencia, para que el sujeto se encuentre en el fantasma. El
analista es objeto, semblante de a.
El saber está en el lugar de la verdad. El
analista deja su saber “docta ingnorancia”. El producto es S1, el significante
amo. Amo impotente para recubrir la verdad. El S produce S1 y obliga al sujeto
a pensar sobre sí, sobre su sufrimiento. En lugar de entregárselo a otro, se lo
vuelve sobre sí mismo.
La imposibilidad sigue estando presente, pero no encubierta por la impotencia.
De esta verdad que el S1 es impotente, se sabe que sólo se puede decir a medias,
es un semi decir. Pero lo que no se puede decir es lo que no cesa de no
escribirse. Es cuestión de tratar lo Real (imposible de decir) por medio de lo
Simbólico.
Freud aconsejaba el amor a la verdad, Lacan desconfía de ella, porque hay un
riesgo de que el amor a la verdad nos haga perder de vista la imposibilidad
para acercarnos a lo Real. (11)
¿Qué podemos
concluir en este breve recorrido?
El problema es
hablar de desencuentro. Eso es crear distancias. La distancia es a posteriori,
cuándo filosofía y psicoanálisis se cuestionan sobre el sujeto. El
psicoanálisis sigue diciendo que el deseo de saber es un síntoma. Hoy día,
Lacan es leído por los filósofos, por tanto hemos de suponer que hay una
relectura de un Freud demasiado machacado.
Tanto Freud como Lacan bebieron de la medicina y la filosofía de la época.
Sócrates es un referente continuo en Lacan (figura por excelencia de la
búsqueda de la verdad). Platón y su tema de la reminiscencia (no rememoración).
San Agustín con sus alusiones a la agresividad infantil. Kierkegaard, Pascal,
Spinoza, Marx. ¿Qué decir de Hegel y el deseo de reconocimiento? Con todos
ellos, el psicoanálisis opera un vuelco que tiene su paradigma en Descartes.
Él, quiere que el hombre se sienta seguro de sí mismo. Su original Cogito
ergo sum (pienso luego soy), implica un Cogito ibi sum (pienso donde
soy). Freud proclama la opacidad del inconsciente desbloquea el nexo entre Yo
sujeto y Yo trascendental del pensamiento: “Pienso donde o soy, luego soy
donde no pienso (...) Yo no soy donde soy el juguete de mi pensamiento:
pienso en lo que soy donde no puedo pensar. Lacan aporta: “No se trata
de saber si cuando hablo de mí, hablo conforme a lo que soy, sino si cuando
hablo soy el mismo que aquel de quien hablo”.
Lo que no ceja
de no inscribirse es que no hay posibilidad de alcanzar la verdad teniendo al
yo como fuente de pensamiento.
El
psicoanálisis pretende quitar las máscaras de lo imaginario y pretende colocar
al sujeto en contacto, no ya con la realidad, sino con el orden del lenguaje.
La verdad será una verdad sin contenido, identificada con la estructura formal
del significante. Verdad que se limita al discurso racional (Hegel), un
discurso que no necesita de experiencia. El lenguaje es la morada del sentido,
lo que tiene sentido pasa por el lenguaje y no hay sentido del sentido.
Hablamos del inconsciente como irreductible.
Nos presenta
una verdad del deseo no finalista ni buscadora de satisfacer necesidades. Es
una verdad que tiene a ver con lo real, con el carácter sexual del deseo
humano. El psicoanálisis es un síntoma del fracaso de la civilización en crisis
donde la sublimación no es infinita por el carácter sexual del deseo humano.
Hay una falla en lo real.
Estos y no
otros son los cuestionamientos que presenta el psicoanálisis y lo hace con la
filosofía posibilitando nuevos discursos. El psicoanálisis precisa de la
filosofía aunque la rechace como acceso a la verdad. Si la filosofía cree en la
posibilidad del pensamiento con la ayuda del yo, el psicoanálisis presenta al sujeto
dividido por la estructura, por la sexualidad que recorta tu cuerpo.
Cabe pues, una lectura de Freud desde la filosofía y a la filosofía desde
Freud.
NOTAS
(1) Lacan, J.: Seminario XII: R.S.I. 1975. Ornicar? 2,3 y 4
(2) Freud, S: Inhibición, síntoma y angustia, PUF, T. II, pág. 35
(3) San Agustín, De civitate Dei, XI,26
(4) Kant: Crítica de la razón pura, cap. 3
(5) Lacan, J.: “La ciencia y la verdad”, Escritos I, Siglo veintiuno editores,
pág. 340
(6) Lacan,J.: “Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis”.
Escritos I, Siglo Veintiuno editores, pág. 51
(7) Lacan, J.: Escritos II, Siglo veintiuno editores, pág. 843
(8) Lacan, J., Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis,
1971 (El discurso de Roma)
(9) Lacan, J.: El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Barcelona,
Paidos 1992
(10) “La ciencia y la verdad”, o.c.
(11) Laurent, E.: Lacan y los discursos, Manantial, 1992
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