Homosexualidad, ciencia y moral


 

En las cada vez más reiteradas ocasiones en que lo gay se manifiesta en nuestras calles para lanzar a los cuatro vientos tanto lo reservado de sus pasiones, como la verdad de su deseo, encuentra el ojo avizor de la iglesia más obtusa, cuando no de la medicina más ramplona, hacia la cual la primera deriva a los desviados, a fin de restituirles un objeto sexual más acorde con la norma. De esta manera se erigen en garantes de una moral que se aguanta con las pinzas de la hipocresía.


Terenci Moix, en este diario, analizaba las prácticas químicas y quirúrgicas que se empleaban con los homosexuales en el ejército sudafricano y las soluciones místicas que Wojtyla lanzaba contra esta "peste" que ensuciaba su Ciudad Eterna. Si esta actitud desencaja a cualquiera, igual pasaba un mes atrás, cuando se informaba que un grupo de científicos, a través del nivel hormonal del feto y de la longitud del dedo índice y anular se atrevían a diagnosticar la homosexualidad del sujeto. Imagínense ustedes, atónitos ante la noticia con la mano estirada, como quien no quiere la cosa, con el fin de comprobar la longitud de los nuestros y al final con un respiro (con perdón) vanagloriarnos o poner en duda nuestra orientación sexual.

El hecho no es nuevo. Desde siempre la homosexualidad, al igual que la esquizofrenia, la depresión, la agresividad... han recibido un trato vejatorio por parte de aquellos que ilusoriamente buscan el error genético como causa etiológica. Los clínicos han mantenido desde hace tiempo una línea de investigación orgánica. Hipócrates explicaba algunas enfermedades por efecto sobre el organismo de la sangre, la flema, la bilis amarilla y la bilis negra (melancolía quiere decir bilis negra). Pero fueron dos los precursores de la movida. Primero Gall, que diagnosticaba las enfermedades y las facultades,  que iban desde el talento poético al el factor de riesgo, hasta 27, según la presencia o no de protuberancias en el cráneo (frenopatía). Ahora lo quieren hacer con los dedos de la mano. El segundo, en 1822 fue Bayle, quien buscando las causas de la locura, observa que la Parálisis General Progresiva (que no era nada más que los efectos de la sífilis), tenía síntomas motores y delirantes, por tanto una alienación, era motivada por una infección de las meninges. Si hemos descubierto el bichito causante de la enfermedad, el resto de las enfermedades mentales tendrán sin duda una causa orgánica. Desde entonces se busca denodadamente la causa orgánica de lo que se considera deficiencia y la homosexualidad está en su punto de mira.

 Esto da pie a algunas reflexiones. Por una lado, buscar la causa, significa que estamos ante una enfermedad, una aberración (grave error moral) y el furor sanandis, es decir, curar cueste lo que cueste, ha de actuar incluso en contra de la voluntad. Aún más, preguntarse si se es homosexual o no, es pretender no serlo. Estaremos de acuerdo en el peso de esta palabra en el discurso actual y su criminalización médico-moral, por la Iglesia y por la ciencia. No era este el parecer de otros tiempos.

 En Grecia y Roma lo gay no era cuestionado. Por el contrario remitía a un modelo de educación para los jóvenes. De hecho Platón, Aristófanes y Plutarco animaban a los jóvenes a mantener esta relación afectiva. En El Banquete de Platón, podemos leer como Alcibíades, famoso guerrero griego, comenta ebrio de alcohol, su amor por Sócrates.

Hasta el siglo IIIº dC., no se reglamenta el matrimonio entre hombres y se castiga la violación de menores. Hacia el 650, los visigodos castraban a los homosexuales. En el Derecho Romano aparece un decreto contra su práctica en el siglo VIIº.

¿Saben que de los primeros emperadores romanos, tan solo Claudio era heterosexual?. Augusto llegó a emperador (según mis fuentes) por ser amante de César. Otón lo fue de Nerón y Adriano de Trajano. Se imaginan que pasaría hoy si saliera a la luz pública un tema como éste.

Sólo era castigado en Roma el hecho de que el hombre libre adoptara una postura pasiva ante el esclavo en este tipo de relaciones. De hacerlo era castigado por ser contra natura. Era normal tener en casa un preadolescente que sería abandonado y sustituido por el amo cuando comenzaba a salir el incipiente bigote (la depilación como solución al amor y las habichuelas) 

En la Edad Media, la homosexualidad será castigada con más rigor. En el Concilio de Letrán (1179) se trata el tema junto al de los judíos y los herejes. Esto no sería impedimento para que el abad y el novicio intimaran más allá de la vocación religiosa.  La Iglesia con San Anselmo (1076) no estaba al margen de caer  bajo el dominio de las pasiones. El mismo San Agustín (354 dC) en Las Confesiones, comenta su relación amorosa con un amigo de la juventud. La política, representada en el tema  por Ricardo Corazón de León y su relación con el Rey de Francia, tampoco se escapaba.

Será en el siglo XIIIº cuando la oposición a la homosexualidad será más fuerte, hasta el punto de castigarla con al muerte. Algunos pensaban que era un rechazo a la cultura musulmana, la cual tenía esta práctica como habitual y la empleaban como vejación contra los cristianos que eran capturados. Este, parece ser, fue el caso de Lawrence de Arabia (1888-1935), el cual, a partir de este hecho,  cambió alguna de sus preferencias en materia sexual. 

 Es evidente que se reprime ahora más que nunca. A pesar de ello, lo que no  es aceptable es el hecho de que la ciencia, como en este caso, grite a los vientos su distancia y se sitúe con su discurso investigador al lado de la moralidad, olvidándose, porque lo desconoce, que el objeto sexual no tiene un referente estipulado para todos, que ninguno tiene la exclusividad de la normalidad. La homosexualidad no es lo opuesto a la heterosexualidad, sino que son diferentes maneras de acceder al goce particular. El gay o la lesbiana no visitan al psicoanalista para "curarse" de su orientación, como tampoco lo hace el heterosexual, porque es lo único que tienen claro. Más dudas sobre la misma tiene el supuesto sujeto normal. En cualquier caso, lo harán porque para ambos el laberinto y el enigma de su sexo les cuestiona. Somos en definitiva, la única especie animal que tiene una larga lista de objetos de satisfacción que manifiestan que la complementariedad no tiene que estar entre el hombre y la mujer, aunque la moral se esfuerce en indicarnos lo contrario.

Hemos de ser respetuosamente éticos con el tema y dejar de distribuir justicia moral basada en investigaciones que dejan mucho que desear. Considero que ello sería una postura clínica, mientras que pretender dominar el deseo y adoctrinarlo sería una postura cínica, en tanto que interesados en los bienes morales.

 

 

 

 

 

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